Excitación en la playa
Hay un océano de distancia entre las imágenes del clásico De aquí a la eternidad y el subgénero de vídeos amateurs de bañistas amancebándose entre las olas que vemos en Internet y cuyos adeptos suelen anunciarse en Loquo bajo lemas tan prosaicos como "Busco sexo en la playa".
Tiempo atrás, el morbo consistía en fantasear con alguien que estaba mirando la escena. En la actualidad, no hay fantasía sin un móvil con cámara de cinco megapíxeles. Antes, el romanticismo playero consistía en hacer como si la entrometida arena no existiera; hoy, el romanticismo radica en llevar una maxitoalla. Las cópulas se superponen naturalmente con las marinas de pescadores alzando la red y de niños lanzándose bolas de arena. Es el mainstream de la genitalidad al aire libre. Nada parecido a hacerlo en paracaídas o en un estadio de fútbol: se trata simplemente de recuperar el encanto del lugar común. Y ese lugar no es otro que esa acumulación de sedimentos configurada por la dinámica del oleaje.
El polvo y la arena siempre han sido consustanciales. Como las excitaciones espontáneas y la operación bikini. En la playa vivimos de espejismos. Los científicos dicen que la luz solar hace cosas raras con nuestras hormonas. Cuando calienta el sol, todo se calienta. Entonces, lo haces con el bañador puesto, dentro del agua llena de algas y medusas, delante de los paparazzi, entre las tumbonas apiladas, usando torpemente el bronceador como lubricante y el lubricante como bronceador.
La playa está viva, la playa es como la isla de la serie Perdidos: te obliga a hacer cosas que en otros lugares no harías, como tontear y hacer la siesta, dos actividades bastante estúpidas que, sin embargo, predisponen mucho al sexo. No hace falta que hayas encontrado el paraíso terrenal o un escritor insoportable como el de Lucía y el sexo. Ni siquiera que te hayas bebido una copa de sex on the beach -vodka, naranja, durazno y un golpe de granadina-, la playa hace sola su trabajo.
Consejos para hacer el amor en la playa: "debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha" *. Se necesita incluso cierta conciencia ecológica y antiorgásmica, saber que el preservativo no es biodegradable (ni irrompible), que los peces son criaturas sensibles a las que les afecta cualquier movimiento submarino un poco raro y que la contaminación de las aguas podría convertirlos en peces transexuales (un desastre ambiental tipificado). Otras amenazas: padecer insolación en pareja, ser arrollado por un tractor de la limpieza en lo mejor del Kamasutra, linternas fisgonas durante la noche, cámaras policiales escondidas que te filman y te advierten con voz humana de que lo que estás haciendo es muy sucio e ilegal (se han visto en playas de Florida). Sí, "es difícil hacer el amor, pero se aprende" *.
* Versos del poeta Antonio Cisneros.
Gabriela Wiener es autora de Sexografías.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.