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Bélgica vuelve al caos político al dimitir el primer ministro

Andreu Missé

Bélgica entró anoche de nuevo en el caos político. La dimisión imprevista del primer ministro, Yves Leterme, unas horas antes de que tuviera que presentar su propuesta de reforma del Estado, arrastró de nuevo al país a un completo desconcierto político. Desde las elecciones del 10 de junio de 2007, Bélgica vive una profunda crisis ante la incapacidad de Leterme, cristiano demócrata flamenco, de acordar una descentralización del Estado que sea aceptada por los francófonos valones.

El primer ministro presentó su dimisión al filo de la medianoche ante el rey Alberto II, quien deberá decidir si la acepta o no. En caso afirmativo, el monarca deberá iniciar de nuevo los trámites, especialmente complejos en Bélgica, para la formación de un nuevo Ejecutivo.

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El Rey de Bélgica rechaza la dimisión del primer ministro

Después de más de seis meses sin Gobierno, Leterme había logrado en marzo formar un gabinete con democristianos y liberales flamencos y valones, así como con los socialistas francófonos. Es la tercera vez que Leterme presenta su dimisión al rey, tras las dos tentativas que hizo durante los nueve meses que tardó en formar Gobierno después de ser el candidato más votado en las elecciones de hace un año.

Más competencias

Tras varios meses de negociaciones, Leterme logró cerrar el pasado sábado un acuerdo con los valones sobre cuestiones socioeconómicas destinadas a dar respuesta a la crisis económica. Pero las negociaciones fracasaron cuando trató de alcanzar un acuerdo sobre una profunda reforma del Estado, promovida por los flamencos, población mayoritaria en el país, que persigue convertir el actual Estado federal en un sistema confederal.

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Los flamencos pretenden que se transfieran más competencias del Gobierno central a las regiones, especialmente en materias de seguridad social, empleo, sanidad, circulación e inversiones. Estas propuestas no han sido aceptadas por los valones, quienes tampoco han aceptado posponer la negociación a septiembre próximo.

Otro asunto espinoso es el del distrito electoral de Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV), integrado por la capital y unas comunas próximas, dentro de Flandes, y que gozan de un estatus especial en virtud del cual sus ciudadanos pueden votar a los partidos francófonos y pueden acudir a los tribunales usando el francés. Flandes, apoyándose en un mandato judicial, exige la segregación de este distrito.

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