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Columna
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¿Quién viene detrás?

Joaquín Estefanía

El parte de guerra de la crisis financiera incorpora los siguientes ingredientes, todos de la semana pasada: nacionalización en Estados Unidos de la entidad hipotecaria IndyMac Bank, que ha cerrado sus puertas; rescate por parte del Banco Central de Dinamarca y la Asociación Danesa de Banca del Roskilde Bank (Dinamarca es el primer país europeo que ha entrado en recesión); y avisos alarmantes sobre la solvencia de las entidades financieras semipúblicas norteamericanas Fannie Mae (Asociación Federal de Hipotecas Nacionales) y Freddy Mac (Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios para la Vivienda). La pregunta que todo el mundo se hace es la siguiente: ¿Quién viene detrás?

Especial significación adquiere la nacionalización de IndyMac Bank, un banco californiano con sede en Pasadena y 33 sucursales, que echó el cierre ante las escenas de pánico de los ciudadanos sacando masivamente sus ahorros tras el comentario de un senador poniendo en duda la salud financiera de la entidad. IndyMac estaba especializada en la concesión de hipotecas de alto riesgo, en las que a los demandantes no les requerían suficientes garantías ni documentos sobre sus ingresos. IndyMac se convierte en la segunda institución bancaria más importante en ser nacionalizada por Estados Unidos, tras el Continental Illinois Bank (CIB), en 1984 (con Ronald Reagan en la presidencia).

Casos como el de Northern Rock reabren el debate de las muletas públicas a los bancos en crisis
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Al finalizar 1983, el CIB, con sede en Chicago, era el séptimo banco de Estados Unidos con 30.000 millones de dólares en depósitos y 41.000 millones en activos; en junio de 1982 se había producido la quiebra del Penn Square Bank, de Oklahoma, un banco muy agresivo y con un crecimiento espectacular que estaba especializado en la financiación de proyectos energéticos, cediendo participaciones de los préstamos a los bancos que, alejados de su Estado, deseaban participar en esta floreciente industria. Uno de los tomadores más importantes de estas participaciones fue el CIB. Con la caída del precio de los productos petrolíferos, muchos de los proyectos energéticos resultaron inviables y se dio un gran número de impagados en esa industria. En mayo de 1984, los acontecimientos se precipitaron: los acreedores del CIB incrementaron el tipo de interés de sus préstamos, muchos los anularon o no los renovaron y tuvo lugar una retirada de grandes depositantes en un clima enrarecido por momentos y plagado de rumores. Ante esta situación, la Reserva Federal (Fed) anticipó directamente numerosas sumas y organizó un crédito gigante con un consorcio de bancos. Sin embargo, el drenaje de fondos continuó y la cotización de las acciones del banco cayó en picado. La Fed de Alan Greenspan, por primera vez en su historia, garantizó el reembolso íntegro de depósitos y préstamos. La nacionalización del CIB se basó en el temor a que se produjera un pánico generalizado que pudiese afectar a la estabilidad del sistema bancario (para conocer la crisis del CIB y las posibles analogías con la situación actual son imprescindibles dos libros del catedrático Antonio Torrero: La crisis del sistema bancario: lecciones de la experiencia de EE UU, editorial Cívitas; y Revolución en las finanzas: los grandes cambios en las ideas, editorial Marcial Pons, de reciente aparición).

Ante casos como los citados, la nacionalización del Northern Rock en Gran Bretaña, o las ayudas de la Fed a Bear Stearns, surge de nuevo el debate de las muletas públicas a los bancos en crisis. El diputado de CiU Josep Sánchez Llibre ha demandado que el Instituto de Crédito Oficial, la única entidad financiera que queda en manos del sector público (tras la privatización del resto en las décadas de los años ochenta y noventa), garantice las emisiones de la banca con la seguridad del Estado, mientras que el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ha descartado cualquier ayuda pública a la banca o a las empresas constructoras: "Más vale quitárselo de la cabeza cuanto antes y ponerse a trabajar. Hay problemas que no debe ni puede resolver el Gobierno".

El siguiente punto de atención será la solución que Estados Unidos dará a la crisis de Fannie Mae y Freddie Mac, que poseen o garantizan la mitad de las hipotecas concedidas en ese país. El derrumbe en Bolsa de ambas anticipa las dudas sobre su solvencia y muchos inversores, incluidos los grandes compradores de deuda estadounidense, consideran la de estas entidades casi como títulos públicos. Si quebrasen y el valor de su deuda se desplomase, esos compradores huirían.

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