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Crítica:DANZA | Grec 2008
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Dido & Aeneas' Libertad

Que nadie se llame a engaño: esta Dido & Aeneas en el Teatre Nacional de Catalunya es antes un montaje de la coreógrafa alemana Sasha Waltz (Karlsruhe, 1963) que la ópera de Henry Purcell (Londres, 1659-1695), estrenada (se supone) en Chelsea en 1689. Ya desde el siglo XVIII, esta obra, escrita para un coreógrafo, fue versionada: fue más conocida como cantata-oratorio que en su versión escénica, y de hecho la partitura que ha llegado es la de esa adaptación, a partir de la cual se ha reconstruido la ópera a lo largo del XX.

Quiere decirse con ello que hay una tradición de libertad al afrontar este drama inspirado en el canto IV de la Eneida, desdichado amor entre el héroe huido de Troya y la reina cartaginesa Dido. Waltz se suma a ello, pero añadiéndole dosis de libertad nunca vistas. Su espectáculo es, así, una creación en mayúsculas.

DIDO & AENEAS, DE SASHA WALTZ Y HENRY PURCELL

Intérpretes: Aurore Ugolin, Yael Schnell, Michal Mualem, Ruben Willcox, Virgis Puodziunas. Vocalconsort Berlin y Akademie für Alte Musik Berlin. Dirección musical: Christopher Moulds. Dirección: Sasha Waltz. Teatre Nacional de Catalunya, 11 de julio.

En su concepción, los protagonistas son más los coros y la orquesta que los solistas. Lo que Waltz logra que hagan uno y otro colectivo sólo puede proceder de profundas complicidades artísticas. Los coristas mudan en bailarines, no menos que los músicos, aunque éstos permanezcan siempre sentados en el foso. Eso es lo que todo teatro de ópera querría para sí y que nunca consigue.

El esquema es sencillo: se trata de cuadros aislados, unidos por un hilo narrativo declamado. A favor de la coreografía juega ese gusto tan barroco por el contraste, la discontinuidad: la estructura de la obra se convierte así en elemento dramático, reforzado por una interpretación con instrumentos originales excepcional. La reconstrucción musical es de Attilio Cremonesi, que incluso escribe la obertura con fragmentos de otras obras de Purcell (la obertura original se perdió). Toda una radical concepción sonora.

Lo que ocurre en escena es una serie de descargas emocionales a cual más sugestiva. Cierto, la piscina del primer cuadro en el que nadan los bailarines parece aparatosa, pero el friso barroco de las figuras bajo el agua tiene una fuerza conmovedora. Desaparecida la machina, Waltz juega con elementos teatrales puros: gestos, vestuario, iluminación... y un trapecio. La escena se convierte en una fiesta del travestismo, con cantantes y bailarines cambiándose de ropa una y otra vez. Al final, tras la muerte de Dido, quedan las bambalinas peladas, iluminadas con fríos neones: también tienen derecho a la fiesta.

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Trabajo radicalmente impresionista, con notables dosis de ironía servidas con elementos mínimos, como esas pelotas de badminton que se les caen al suelo a los actores-bailarines, sin que se sepa a santo de qué, pero que crean un contraste con los gestos hilarante y tierno. Trabajo de precisión en el ensamblaje de elementos. Pero, sobre todo, un trabajo radicalmente libre. A la salida, espectadores entusiasmados comentaban que Dido & Aeneas hubiera tenido que abrir el Grec.

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