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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una crisis mal explicada

La depresión del mercado inmobiliario en España no puede ya describirse como un moderado deshinchamiento de la burbuja, sino como un pinchazo en toda regla con consecuencias muy graves en el empleo. Durante el debate parlamentario sobre la coyuntura económica, el presidente del Gobierno esgrimió "la crisis" inmobiliaria como una de las causas de la "situación difícil y complicada" de la economía española, como si la crisis inmobiliaria hubiese caído del cielo, sin relación alguna con decisiones económicas de carácter privado y público; y se desplomó sobre la economía española al mismo tiempo que el descomunal encarecimiento del petróleo o las restricciones de crédito derivadas de la pésima gestión de los mercados financieros en Estados Unidos. Pero es más acertado interpretar que la crisis inmobiliaria empezó a gestarse antes del escándalo de las hipotecas basura y de la especulación con el barril de crudo; y que la burbuja inmobiliaria fue fabricada por los gobiernos del PP como un recurso cómodo para explotar unos tipos de interés escandalosamente bajos respecto a la inflación española y consentida después durante la primera legislatura de Rodríguez Zapatero.

Vistas las desastrosas consecuencias del pinchazo inmobiliario, las cuestiones pertinentes hoy son determinar si el mercado inmobiliario está ajustándose correctamente a través de un descenso de los precios coherente con la magnitud de la contracción de la demanda y cuánto puede durar el frenazo de la vivienda. A la primera pregunta, la respuesta es que los precios no están bajando en la proporción debida para reabsorber el exceso de oferta. Promotores y constructores siguen insistiendo en argumentos coactivos -la pavorosa pérdida de puestos de trabajo- para reclamar estímulos fiscales. Dicho de otro modo, tal como se creó una burbuja, puede crearse otra; siempre quedará el último recurso de las arcas públicas para soportar los costes. A este argumento de macroeconomía sectorial, felizmente rechazado por el vicepresidente Solbes, se une otro, más pragmático, que viene a rechazar el descenso en el precio de los pisos por el choque que podría causar en los propietarios de las viviendas próximas. Tampoco se tiene en pie, porque no se consideró a la inversa, es decir, cuando se construyeron y cobraron pisos mucho más caros que las viviendas protegidas de los alrededores.

La pregunta sobre la duración carece lógicamente de respuesta precisa. Se puede calcular que el estrangulamiento del mercado se prolongará durante 2009 debido al aumento del desempleo y a la muy probable salida al mercado de las viviendas, que han caído en la cartera de bancos y cajas por impagos. La falta de financiación es la causa inmediata del hundimiento espectacular de las ventas de pisos. Bancos y cajas han dejado de prestar dinero para adquirir pisos, por razones que tienen que ver con mal explicados desequilibrios entre liquidez y valoración de activos en el balance. La respuesta sería mucho más exacta si las autoridades económicas admitieran que hay razones para la sequía del crédito -esto es, en definitiva, un factor de crisis- y obraran en consecuencia para restablecer la fluidez de los créditos, aunque fuera con intereses más elevados. Pero, como diría Rudyard Kipling, ésta bien podría ser otra historia. -

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