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Reportaje:

Fiebre nuclear báltica

Lituania, Letonia y Estonia abordan reemplazar con otras sus viejas centrales nucleares para depender menos de Rusia

Cuando las tres repúblicas bálticas negociaron su ingreso en la Unión Europea, una de las condiciones más traumáticas cayó del lado lituano. En el acuerdo de adhesión se comprometió a cerrar la central nuclear de Ignalina, ubicada en su frontera oriental y dotada de dos reactores RBMK-1500 refrigerados por agua-grafito. Sus reactores y turbinas son similares a los utilizados en la fatídica Chernóbil.

De acuerdo con tal compromiso, el primer reactor dejó de funcionar el último día de 2004. La UE le dio aún cinco años de gracia al segundo reactor, que produce el 90% de electricidad del país y que le permite exportar el superávit a Bielorrusia, Polonia y Letonia. Lituania es el país de la UE, junto a Francia, que más depende de la energía nuclear.

Ignalina, con tecnología similar a Chernóbil, debe estar cerrada en 2009
La UE exige también a Letonia que deje de producir pizarra bituminosa en 2012

Parte de la opinión lituana se siente humillada por el tratado. Cree que con el cierre del segundo reactor, al término de 2009, volverá la dependencia de los suministros energéticos rusos. Algunas voces argumentan, incluso, que Lituania debería salirse de la UE hasta que el reactor, que inició su producción en 1984, cumpla su ciclo de vida.

Recientemente el primer ministro, Gediminas Kirkilas, pidió a Bruselas una ampliación del plazo de vida concedido al segundo reactor. "El cierre amenaza nuestra seguridad", aseguró Kirkilas. Según la oficina del primer ministro, el nuevo plazo debería llegar hasta 2015, cuando el nuevo proyecto de central nuclear, firmado, hace un año, por Lituania, Letonia y Estonia, y apoyado por Polonia, debería estar operativo. Se trata de construir dos reactores de nueva generación con 3.200 megavatios (MW).

En febrero el presidente lituano en una alocución al país, no exenta de dramatismo, anunció la formación de un consorcio inversor, Leo LT, para la construcción de una nueva central, con un coste previsto de 5.000 millones. El proyecto prevé una capacidad productiva que supera las necesidades de las tres repúblicas y contempla por ello la construcción de redes eléctricas destinadas al mercado polaco y sueco.

Sus vecinos del norte, los letones, no esconden su malestar por la lentitud del proyecto de la nueva Ignalina. Un directivo de su compañía energética, Latvenergo, reconoció que, de no alcanzar una solución satisfactoria con Leo LT, "buscarán un acuerdo con Estonia para construir una central nuclear".

En todo caso, los letones piensan en un portafolio más diversificado. Una de sus prioridades es la planta de ciclo combinado (generan electricidad a partir de gas). La española Iberdrola, dentro de esta política, está a punto de concluir una planta de 420 megavatios cerca de la capital, Riga, que supone el 30% de la necesidad eléctrica del país. El costo del proyecto supera los 300 millones.

Hoy el 60% de la electricidad que consume Letonia proviene del gas que importa desde la rusa Gazprom, lo que algunos analistas consideran un riesgo en la fluidez de los suministros. "Si Gazprom no cumple con sus obligaciones, será una demostración más de que Rusia no cree en la economía de mercado", dijo recientemente el ministro letón de Economía. Los rusos, en todo caso, han mostrado su interés en hacerse con un 25% de la nueva central de ciclo combinado.

En Estonia la estatal Eesti Energia quisiera hacerse con el 22% de la producción del nuevo complejo nuclear de Ignalina. Los estonios confían, además, en que la UE amplíe más allá de 2012 el plazo para que cesen su producción de pizarra bituminosa, de la que extraen el 80% de la electricidad que consumen pero cuyas emisiones de CO2 superan todas las normas.

"Sin duda estamos interesados en Ignalina, pero también miramos hacia la vecina Finlandia, donde podríamos participar en una futura central nuclear", declaró a EL PAÍS el primer ministro de Estonia, Andrus Ansip.

Finlandia construye actualmente su quinta central nuclear, con tecnología francesa y con mucho retraso. Entre tanto, en las oficinas del Ministerio de Economía finés se han registrado dos nuevas solicitudes de construcción de centrales nucleares.

También los rusos han entrado en el juego de Ignalina. Como el proyecto avanza a pasos de tortuga, el consorcio estatal ruso Rosatom ha decidido mover ficha, y anunció en abril la construcción de una central nuclear en el enclave de Kaliningrado, región rusa situada al interior de la UE, entre Polonia y Lituania, con sólo 430.000 habitantes. -

Los bálticos se resisten al próximo cierre, pactado con la UE, de la  central nuclear de Ignalina.
Los bálticos se resisten al próximo cierre, pactado con la UE, de la central nuclear de Ignalina.LUIS PRADOS

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