Un grupo de artistas reinventa el casco antiguo de Logroño
La ciudad se convierte durante dos días en una fiesta para los sentidos
Las calles de Logroño dieron gusto a los cinco sentidos este fin de semana. Una señora elegante declaraba en la plaza del Mercado: "Me las ha hecho pasar duras, no estudió, pero mira qué bien lo ha hecho". Era Paloma, la madre de Alfredo Tobía, artista multifacético que con un grupo de amigos-cómplices tomaron las calles de Logroño el viernes y ayer con el proyecto La ciudad inventada, que esperan convertir en una bienal. Mientras Pep Gatell, director de La Fura dels Baus, se esmeraba la primera noche en iluminar al ángel que levitaba, colgado de una grúa sobre una multitud de personas congregadas en la plaza, Tobía recibía la enhorabuena de los transeúntes alucinados.
Unas horas antes, en la plaza del Parlamento, Bigas Luna, cual sacerdote pagano, daba pan y vino. Para una viejecita, la parrillada de verduras dispuesta por el cineasta estaba "poco hecha", pero la fila de logroñeses y visitantes no paraba de crecer alrededor del huerto de cebollas y coles que plantó el director de cine. Entre la plaza del mercado y la plaza del parlamento (con cestas de ajos como altares), las calles estaban inundadas de olores a azahar y vainilla. Los grillos no fueron invitados a la intervención, pero su canto se mezclaba con las campanadas -a deshoras- que provenían de varias iglesias. Era el ensayo que Llorenç Barber hacía con miras al concierto De aires y tránsitos, que el sábado por la noche cerraba la intervención colectiva.
A pocos pasos, una multitud de niños cantaba villancicos bajo una tormenta de nieve que tenía marcado su ciclo. "A cada hora y cuarto, desde las 20:15, comienza a nevar y dura unos veinte minutos", declaraba Tobía, que también les bajó la luna a los logroñeses, porque, según él, "estamos en luna nueva y entonces no se ve, así que la proyectamos enorme sobre la torre de San Bartolomé".
En el casco antiguo habitan ahora siluetas y rostros que gritan, dibujados por el artista grafittero Suso33. En un lote abandonado, las enormes fotografías nostálgicas de Alberto García Álix configuraban lo que él llama La escenografía de mis sueños. En la plaza de Santiago, Teos Bando plantó un jardín con cipreses de alabastro que miran el Ebro. Santiago Tabernero y Alex Rovira llenaron de frases sugerentes las calles y Jesús Roncadio y José Luis Santalla abrieron ventanas a otros mundos con sus fotografías de maniquíes, ausencias y espacios infinitos. Esta efímera ciudad inventada dio de comer, beber, oler, tocar, escuchar y sentir en una comunión que tuvo como escenario la calle.
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