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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vueltas que da la vida

Aguirre destituye y nombra con criterios de lealtad para demostrar su autoridad en el PP de Madrid

El único objetivo de la remodelación del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que pasa de 15 a 12 consejerías, es "reducir gastos", según su presidenta, Esperanza Aguirre. Pues vaya puntería. Coincide que dos de los que salen, el vicepresidente segundo, Alfredo Prada, y el consejero de Transportes, Manuel Lamela, acaban de ser incluidos por Rajoy en su equipo; y uno de los dos que entran es Antonio Beteta, tan fiel escudero de Aguirre que cuando ella deshojaba la margarita de si se presentaba o no como candidata alternativa frente a Rajoy dijo tener "un sentimiento personal" de "acompañarla en aquello que ella quiera hacer".

Hay indicios para pensar que lo que Esperanza Aguirre quiere hacer es suceder a Rajoy al frente del PP. Ya dio esa impresión cuando vetó la incorporación del alcalde de Madrid a la lista encabezada por el presidente del partido para las elecciones generales: amenazó con que si iba Gallardón, ella dimitiría de presidenta madrileña para ir también en esa lista.

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La solución salomónica de Rajoy (ni él ni ella) se interpretó entonces como una derrota en toda regla del alcalde; hoy no resulta evidente. Gallardón había dicho que su intención era contribuir a dar una "imagen de centro, moderada y pragmática" del PP, y ahora es eso mismo lo que Rajoy ha defendido en el congreso en que ha sido confirmado con el 84% de los votos.

En su charla de lanzamiento -luego abortado- en el Casino de Madrid, Aguirre había propugnado un debate "de ideas y no de personas" y lanzado la especie venenosa de que los socialdemócratas se sentían más cómodos con Rajoy que con ella, la liberal. Los ceses de Prada y Lamela, a escasos meses del congreso regional del PP, parecen indicar que el debate también afectaba a las personas: que se vea quién manda en el partido (al menos en Madrid); y lo de la comodidad del PSOE con Rajoy ha quedado congelado desde que ha dado pasos para disputarle el electorado (y los aliados) de centro.

Aguirre ha venido utilizando su poder en la comunidad como escaparate de la derecha y foco de contrapoder: por una parte, ha aplicado la doctrina de los economistas ultraliberales, según la cual los males de la nación se resolverían bajando los impuestos y privatizando los servicios públicos (con la excepción de Telemadrid). Ello ha deteriorado algunos de esos servicios, como la sanidad y también la enseñanza no concertada; por otra, ha utilizado su poder regional para hacer oposición a las políticas nacionales del PSOE, boicoteando leyes como la del tabaco o la que incluía la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

La presidenta de Madrid comprendió, en vísperas del reciente congreso del PP, que su hora todavía no había llegado; que tenía que esperar al de 2011. La duda que se plantea es si a partir de ahora convertirá a las instituciones de la Comunidad en refugio de descontentos y foco de resistencia: pero no ya contra el PSOE, sino contra Mariano Rajoy.

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