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Columna
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Chinchetas judiciales

El presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, con motivo de la presentación de la Memoria anual de este tribunal, ha hablado en el Parlamento de Andalucía. Las palabras palabras de Augusto Méndez de Lugo, en el fondo y en la forma, parecen justificar en alguna medida el estado actual de la Administración de Justicia. El "sistema actual está agotado"; "no responde a las necesidades del siglo XXI"; o "ha llegado al máximo de su posibilidades", son algunas de las afirmaciones que sostienen su diagnóstico. Entre las medidas que propone, con carácter provisional supongo, son la creación de un cuerpo de jueces volantes adscritos al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y más medios. En realidad, y aún respetando su buen hacer durante estos años ya que no es tarea fácil ostentar una presidencia como la que ostenta, no hay nada nuevo bajo el sol de la Justicia, si acaso que algunos juzgados reciban estas frases como agua de mayo y se justifiquen en ellas aunque algunos compañeros o compañeras, como es hoy de decir, con la misma carga de trabajo estén al día en la solución de sus asuntos. Y no hay nada nuevo porque ya desde hace algunos años, y no pocos, se decía lo mismo y, visto lo visto, con poco éxito.

Así, el que fuera ministro de Justicia Fernández Ordóñez decía que "sería un lastima que la falta de medios se convirtiera en una coartada permanente para justificar los fracasos de la Administración de Justicia". También Manuela Carmena y Clemente Auger, entre muchos otros. Tampoco puede servir de justificación el hecho de que sigamos contando con leyes procesales que cuentan con años de antigüedad, sobre todo tras la reforma que se llevó a cabo en la Ley de Enjuiciamiento Civil en el año 2000. Las continuas y constantes modificaciones en las leyes son una realidad. También la presencia del correo electrónico, burofax y la informática en general en la Administración de Justicia. Cuestión distinta es cómo se usan. No hace mucho asistí a un juicio en Málaga y quedé impresionado. La Ciudad de la Justicia: sus medios, su distribución, pequeñas terminales informando de las salas de vistas... Perfecto. No, casi. Cada vez que se celebraba un juicio no se informaba por terminal.

Se había colocado un folio con chincheta -realmente papel celo- en la puerta de la sala de vistas y un agente judicial tachaba cada juicio celebrado. Se gastan millones y al final libretilla y boli. Un contradiós. No es tanto el cambio de leyes sino el de organización y su adaptación a criterios organizativos empresariales. Mejor sería empezar a aplicar estos criterios. Los jueces, salvo Baltasar Garzón, son todos iguales. Idéntica competencia y capacidad en el despacho de asuntos. Si es así, y si las correspondientes memorias de los distintos tribunales reflejan que hay jueces que están hasta la bandera y otros, como los de Huesca o de Pozoblanco, que no llegan a resolver el mínimo que establece el Consejo General del Poder Judicial, ni aún cuando ellos se convirtieran en demandantes, tal vez podrían ayudar a desatascar Barcelona o Córdoba. El análisis de las distintas memorias ayudaría a dar respuestas eficaces. Una optimización de los recursos humanos podría no hacer necesaria la creación de jueces volantes. Unos jueces que, en cierta medida, ya existieron entre 1987 y 1991, con motivo de dejar a cero el Tribunal Central de Trabajo. Aquellos jueces realizaban su trabajo en Madrid sin relevación de funciones, despachaban sus juzgados y los asuntos del TCT. Es más, alguno llevaba en comisión de servicios el TSJ de Andalucía. Eso sí, cobraban/cobrábamos por los tres.

Sin duda, como afirma Méndez de Lugo, hacen falta reformas y jueces, pero también menos chinchetas. En cualquier caso, si llegan estos jueces volantes y no se nutre la Administración de Justicia de nuevos jueces, confío en que no tengan que ser los que ahora, ya jubilados a los setenta y dos años, sigan dictando sentencias como si la jubilación fuera cosa de otros y el tiempo no hubiera pasado. Ha pasado, sólo que la Administración de Justicia no termina de enterarse y no aplica criterios empresariales en su organización y control.

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