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Columna
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Escobas y cepillos

La Asociación de Técnicos para la Gestión de Residuos y Medio Ambiente, con sede en Madrid, tuvo a bien ese otro día conceder la Escoba de Platino, más valorada que la de oro, a la ciudad de Castellón. Tiene que ver el valioso premio con la gestión del gobierno municipal en materia de limpieza y eliminación o tratamiento de cuanto desechamos. Y, al parecer, el Ayuntamiento ha renovado en los últimos meses algo más de mil contenedores. No está mal, aunque la capital de La Plana no pueda compararse con la pulcra Ginebra o la delicada y limpia Berna, o con la decorosa e impoluta capital de los vascos Gasteiz / Vitoria. La limpieza de Castellón ha mejorado sin duda y de forma visible durante los últimos años, y nuestros elevados impuestos nos cuesta la mejora. Pero queda mucho por hacer y por solucionar en ese ámbito, y de la suciedad que todavía se contempla da cumplida fe la oposición socialdemócrata o nacionalista en el consistorio, que desea más eficacia y más escobas, no de oro o platino, sino de palmitos o ramas flexibles atadas en el extremo de un palo.

Y necesitamos, además de las escobas que empleamos en la limpieza de calles y plazas, otro tipo de escoba o utensilio que barriera realidades quizás menos visibles que el excremento canino o el plástico depositado en la vía pública, pero tan reales como lo uno y lo otro. Que barriera, por ejemplo, la chapuza que aparece por doquier y que acaba, como la limpieza de la ciudad, pagando el contribuyente. Fíjense ustedes y sin ir más lejos, resulta que hace unos ocho años se realizaron con cargo municipal unas determinadas obras en el viejo Camposanto castellonense de San José; y ocho años más tarde el Ayuntamiento deberá gastarse algo más de medio millón de euros por falta de previsión en el diseño e incorrecta ejecución de la obra con materiales de muy baja calidad que dilatan juntas forjadas y otros elementos estructurales, según los informes oficiales. Una pena vieja y carpetovetónica supone por estos pagos el tema poco limpio de la chapuza. Y un milagro o casi será encontrar algún día la escoba de lo que sea que la barra.

Hay por lo demás en el ámbito de lo público y político una sutil suciedad, un polvo incordiante que entorpece el engranaje del sistema democrático: la falta de sentido común y la irracionalidad con fines electorales. A los responsables de la limpieza no les resultaría difícil hallar la escoba, escobilla o escobajo que dejara el mecanismo como los chorros del oro. Porque no se puede llegar como hace cuatro años a las comarcas del interior castellonense y prometer, como lo hizo Jordi Sevilla, que si ganaban las elecciones los socialdemócratas no habría cárcel en Albocàsser, y ganadas las elecciones y pasados cuatro años se inaugura la prisión en Albocàsser. Eso cuesta un buen puñado de votos. Tampoco se puede afirmar sin reparo y sin sentido, como lo hizo Carlos Fabra hace apenas dos meses y durante la campaña electoral, que Rodríguez Zapatero financiaba a los violentos, porque él y sus correligionarios acabaron perdiendo las últimas elecciones generales con ese destartalado discurso. Pero no es difícil, en este caso, distinguir el cepillo o la escobilla limpiadora: ahí tienen al ministro Rubalcaba aceptando de grado la propuesta del PP valenciano de crear juzgados en Albocàsser; o a Mariano Rajoy intentando limpiar el aznarismo para evitar la irracionalidad que supone que un elector "vote al PSOE para que no gane el PP".

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