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Un 'New Deal' para los agricultores pobres

Muchos países pobres de todo el mundo, importadores de alimentos, se están desesperando en los últimos meses porque los precios mundiales del arroz, el trigo y el maíz se han duplicado. Cientos de millones de personas necesitadas, que ya gastan buena parte de su presupuesto diario en comida, se están viendo empujados al extremo. Las revueltas alimentarias se multiplican.

Pero muchos países pobres podrían cultivar más alimentos, porque sus agricultores están produciendo muy por debajo de lo tecnológicamente posible. En algunos casos, con una acción estatal adecuada, podrían duplicar o incluso triplicar la producción de alimentos en pocos años.

La idea es básica y muy conocida. La agricultura tradicional usa pocos insumos y obtiene bajos rendimientos. Los campesinos pobres emplean sus propias semillas de la temporada anterior, carecen de abonos, dependen de la lluvia y no del regadío, y tienen escasa o ninguna mecanización aparte del típico azadón. Sus explotaciones son pequeñas, puede que de una hectárea o menos.

Los gobiernos donantes deberían financiar las nuevas iniciativas del Banco Mundial
Con una acción estatal adecuada, se podría duplicar o incluso triplicar la producción

En las condiciones agrícolas tradicionales, los rendimientos de los cereales -arroz, trigo, maíz, sorgo o mijo- rondan la tonelada por hectárea en una temporada de siembra anual. Para una familia campesina que viva de una hectárea, esto significa pobreza extrema, y para su país, significa depender de caras importaciones de alimentos o de la ayuda alimentaria.

La solución reside en aumentar el rendimiento de los cereales al menos a dos toneladas -y en algunos lugares a tres o más- por hectárea. Si se puede conseguir agua mediante sistemas de regadío, podría combinarse con el cultivo múltiple (varias cosechas al año) para obtener una cosecha en la estación seca. Unos rendimientos más elevados y frecuentes suponen menos pobreza para las familias campesinas y una bajada de los precios para las ciudades.

La clave para aumentar los rendimientos es garantizar que hasta los agricultores más pobres tienen acceso a variedades de semillas mejoradas (por lo general semillas híbridas creadas por selección científica de variedades de semillas), fertilizantes químicos, materia orgánica para recuperar los nutrientes del suelo y, en la medida de lo posible, métodos de regadío a pequeña escala, como una bomba para sacar el agua de un pozo cercano. No hay nada mágico en esta combinación de semillas de alto rendimiento, fertilizante y regadío a pequeña escala. Es la clave del aumento mundial de la producción de alimentos desde la década de 1960.

El problema es que esta mejora de los insumos no ha llegado a los campesinos y a los países más pobres. Cuando los agricultores carecen de sus propias cuentas de ahorro y de avales, no pueden pedir prestado a los bancos para obtener semillas, abono y regadío. En consecuencia, cultivan siguiendo el método tradicional, y suelen ganar poco o nada con su cosecha, porque no alcanza siquiera para mantener viva a la familia.

La historia nos enseña que hace falta que el Gobierno intervenga para ayudar a los campesinos más pobres a escapar de la trampa de pobreza causada por el bajo rendimiento. Si se puede ayudar a los campesinos a obtener tecnologías sencillas, éstos pueden aumentar su renta y acumular ahorros y avales. Con un poco de ayuda temporal, quizá de unos cinco años, los campesinos pueden ahorrar lo suficiente como para obtener insumos en el mercado, ya sea comprando directamente con sus ahorros o a través de préstamos bancarios.

En otro tiempo, los bancos agrícolas estatales de los países pobres en todo el mundo no sólo financiaban los insumos, sino que también asesoraban a los agricultores y difundían nuevas tecnologías de siembra. Naturalmente, se producían abusos, como la concesión de créditos oficiales a los campesinos más ricos y no a los más necesitados, o se prolongaba la subvención de los insumos incluso después de que los agricultores pudieran conseguir créditos. Y en muchos casos, los bancos agrícolas estatales quebraron. Aun así, la financiación de los insumos ayudó de manera enorme y positiva a los agricultores más pobres a salir de la pobreza y de la dependencia de la ayuda alimentaria.

Durante la crisis de endeudamiento de las décadas de 1980 y 1990, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial obligaron a docenas de países pobres, importadores de alimentos, a desmantelar estos sistemas estatales. A los campesinos pobres se les dijo que se buscasen la vida, que dejaran que las "fuerzas del mercado" proporcionasen los insumos. Fue un grave error: esas fuerzas del mercado no existían.

Los campesinos pobres dejaron de poder acceder a los abonos y a las variedades de semillas mejoradas. No conseguían financiación bancaria. Para mérito suyo, el Banco Mundial reconocía el año pasado este error en una cáustica evaluación interna de la política agrícola que mantuvo durante mucho tiempo.

Ha llegado el momento de restablecer los sistemas de financiación pública que permiten a los pequeños agricultores de los países más pobres, especialmente los que cultivan hasta dos hectáreas, acceder a insumos necesarios como las semillas de alto rendimiento, los abonos y el regadío a pequeña escala. Malawi lleva tres temporadas haciéndolo, y ha conseguido duplicar su producción de alimentos. Otros países de rentas bajas deberían seguir el ejemplo.

Es importante que el Banco Mundial, con un nuevo presidente al timón, Robert Zoellick, se haya ofrecido ahora a ayudar a financiar este nuevo sistema. Si el banco proporciona a los países pobres subvenciones para ayudar a los pequeños agricultores a acceder a insumos mejores, esos países podrán aumentar su producción alimenticia en un breve plazo de tiempo.

Los gobiernos donantes, incluidos los países ricos en petróleo de Oriente Próximo, deberían contribuir a financiar las nuevas iniciativas del Banco Mundial. El mundo debería imponerse el objetivo práctico de duplicar la producción de cereales en las regiones africanas de bajos ingresos y en otras similares (como Haití) en los próximos cinco años. Es un objetivo alcanzable si el Banco Mundial, los gobiernos donantes y los países pobres dirigen su atención a las necesidades urgentes de los campesinos más pobres. -

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