El futuro del constitucionalismo en el País Vasco
La evolución previsible de las fuerzas constitucionalistas en el País Vasco se asienta hoy en serios motivos de optimismo respecto al futuro del Partido Socialista de Euskadi (PSE), en un inevitable desconcierto respecto a la situación del PP y en una incertidumbre sobre el papel a jugar por el partido encabezado por Rosa Díez y otras plataformas ciudadanas.
Empezando por el PP, pienso que es inevitable reconocer la perplejidad del constitucionalista vasco ante los últimos acontecimientos. Los resultados de las elecciones legislativas del 9-M aconsejan un cambio en la estrategia de los populares vascos. El cambio, sin embargo, no parece que deba afectar a cuestiones de principios. La eventual aproximación del PP al PNV es una empresa política en la que no se adivina ni la justificación ni la viabilidad. Todo lo contrario ocurre con la necesaria aproximación al electorado del nacionalismo vasco. El PP puede alegar su condición de fuerza política de centro-derecha comprometida con la construcción y desarrollo de nuestro Estado autonómico, para tratar de atraer al voto autonomista y de centro que actualmente sustenta una parte significativa de los apoyos al nacionalismo.
La alternancia en Euskadi es posible si PSE y PP juegan bien sus cartas
Es la disputa por este sector del electorado la que aconseja un cambio en la estrategia y la táctica del PP. Lejos de buscar una aproximación por arriba a la dirección política del PNV, los populares están obligados a aproximarse a un sector del electorado vasco que puede expresarse con comodidad desde el centro-derecha español. Pienso que éste fue el camino seguido por Jaime Mayor Oreja en la modernización del PP vasco y el camino que hubiera sido de esperar para María San Gil.
Un partido político está obligado a buscar el triunfo. Y el PP solamente puede hacerlo por esta senda, evitando encastillarse en la defensa de unos principios que no van a ser puestos en duda por una política más flexible y, en última instancia, más eficaz de combatir al nacionalismo.
El PSE, tras su triunfo electoral en las últimas elecciones, tiene por delante la posibilidad de propiciar la alternativa en el Gobierno de Vitoria. Es posible que algunos de los titubeos de sus dirigentes no llenen de entusiasmo al votante constitucionalista. Pero hay que confiar en que el PSE va a saber extraer las consecuencias lógicas de su eventual triunfo electoral. Del mismo modo que en el caso del PSC, para el Gobierno central es posible entenderse y llegar a acuerdos con el PSE. Y seguramente será más fácil en el caso del País Vasco que en el de Cataluña.
Las elecciones del pasado 9 de marzo hacen pensar que, de obstinarse el lehendakari Ibarretxe en la segunda parte de su plan, la convocatoria de unas elecciones plebiscitarias para el Parlamento de Vitoria como consecuencia de la prohibición legal de la consulta que propone, el resultado de las mismas puede ser la oportunidad para que el socialismo vasco acceda al poder.
El tercer pilar del constitucionalismo en el País Vasco lo podría constituir el partido liderado por Rosa Díez y el eventual renacer del movimiento ciudadano a favor de la paz y la normalización política. Vista con alguna distancia la irrupción del partido de Rosa Díez, creo que se confirma el error de elección que en su momento se hizo por el esquema de un partido político. Lo que podía haber sido una liga política a favor del entendimiento entre socialistas y populares respecto a los grandes problemas del País Vasco y del conjunto de España, se transformó en una opción partidista obligada a tomar posición ante la totalidad de los problemas económicos, sociales y políticos de la sociedad española. Incluso entre los que dieron su voto a la nueva formación política, pienso que se mantiene la esperanza de su transformación en una plataforma de convergencia y vigilancia de unos actores políticos que han ganado en buena lid su puesto en la política vasca y española.
Contando con la reflexión en el PP, con la fuerza del PSE y con la asunción del papel que les corresponde a los movimientos sociales, pienso que el futuro del constitucionalismo vasco es moderadamente optimista. El camino abierto por el entendimiento entre Mayor y Redondo ha sufrido una transformación en los últimos años. Pero es un camino que, respetuoso con la nueva situación caracterizada por el liderazgo socialista, puede conducirnos todavía a la definitiva superación de una crisis demandada por el conjunto de la sociedad vasca y española.
Por último, dentro de los efectos positivos de un eventual triunfo del constitucionalismo vasco, no habría que infravalorar su contribución a una renovación, desde la oposición, del nacionalismo vasco.
El PNV debe sacar las consecuencias de un hecho evidente: la conexión de sus éxitos políticos históricos con la apuesta por el autonomismo, un autonomismo no entendido como peldaño hacia otros objetivos, sino como una aspiración ampliamente compartida por importantes sectores de la sociedad vasca desde los inicios del orden liberal en España. El triunfo del constitucionalismo resulta, en definitiva, una opción posible y capaz de imprimir un nuevo rumbo para la política vasca del siglo XXI.
Andrés de Blas Guerrero es catedrático de Teoría del Estado en la UNED.
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