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El conflicto de Oriente Próximo

Olmert liga el fin del bloqueo a la libertad del soldado cautivo

Hamás exige a cambio del cabo Shalit la excarcelación de 450 islamistas

Uno de los asuntos que causa mayor desazón y desata a menudo las iras de Israel y de Hamás es el de los prisioneros palestinos en cárceles israelíes y el de los soldados hebreos cautivos en manos del movimiento fundamentalista. El acuerdo alcanzado ayer por los islamistas palestinos y el Gobierno de Ehud Olmert aplaza la liberación del cabo Gilad Shalit, capturado el 25 de junio de 2006.

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La negociación será muy complicada. El Ejecutivo israelí condiciona la apertura del paso fronterizo de Rafah, la única puerta al extranjero para la población de Gaza, a resultados tangibles en relación con la libertad del joven militar. "Que no se dispare no será suficiente para abrir Rafah", precisó un alto funcionario israelí.

Son 11.000 los palestinos encarcelados en Israel, cientos de ellos en régimen de detención administrativa. Es decir, sin que se presenten cargos contra ellos. Algunos de estos reos pasan años en esta situación flagrantemente ilegal. Otros cientos de presos purgan condenas desde hace 20 o más años, sentenciados por atentados terroristas perpetrados en el Estado sionista. Hamás exige la liberación de al menos 450 de estos reclusos a cambio del cabo Shalit. Es un sapo muy duro de tragar para el Gobierno de Olmert. Pero tampoco es previsible que el movimiento fundamentalista vaya a ceder en esta materia: han hecho de los prisioneros una de sus banderas irrenunciables.

Sólo días atrás, algunos líderes israelíes enfatizaban posiciones inamovibles. El ministro de Defensa, Ehud Barak, vinculaba el alto el fuego con Hamás a la puesta en libertad de Shalit. Sin embargo, el jefe del Gobierno, Ehud Olmert, precisa triunfos ante la opinión pública. Así que la tregua ha sido pactada aunque el cabo continúe en una mazmorra en Gaza.

Las disputas políticas internas no parecen ajenas a estos vaivenes. Olmert y Barak andan a la gresca desde que el titular de Defensa exigiera el 28 de mayo la renuncia del primer ministro por el escándalo de los sobornos que presuntamente recibió Olmert de un magnate estadounidense.

A diferencia del intercambio de Shalit por los prisioneros palestinos, el canje de milicianos de Hezbolá y de Samir Kuntar -un druso libanés en prisión en Israel desde hace 29 años por el asesinato de cuatro personas en Nahariya-, se antoja mucho más probable. Altos funcionarios se reunieron la semana pasada con familiares de Ehud Goldwasser y Eldad Regev, los reservistas cuya captura en la frontera entre Israel y Líbano, en julio de 2006, desató la guerra contra Hezbolá. Nadie sabe si permanecen con vida. Pero es un asunto que acapara con frecuencia las portadas de los diarios y al que se pretende dar carpetazo.

El diario israelí Haaretz informaba ayer de que Olmert ha decidido el canje de Kuntar y media docena de milicianos chiíes libaneses a cambio de Goldwasser y Regev. Sólo falta la respuesta final de Hezbolá, que se espera a través de los mediadores alemanes.

El coste político de este intercambio es mucho más asumible. Pocos israelíes pondrían el grito en el cielo. Sólo los allegados del piloto Ron Arad, desaparecido en Líbano en 1986, se oponen a que el druso libanés Samir Kuntar regrese a su país. Siempre se les dijo que nunca sería excarcelado salvo que Hezbolá ofreciera información sobre el paradero de Arad. Pero ahora el Gobierno se dice convencido de que la milicia chií carece de información sobre el aviador.

Foto del álbum familiar del soldado israelí Gilad Shalit.
Foto del álbum familiar del soldado israelí Gilad Shalit.EFE

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