_
_
_
_
El arte útil | Diseño
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La moral de Koolhaas

Anatxu Zabalbeascoa

Que la mejor arquitectura rara vez ha nacido con las mejores intenciones es un hecho que no atragantaba a los papas, pero que a los arquitectos modernos les costó digerir. Como consecuencia, la idea de vanguardia posterior al rectilíneo Movimiento Moderno fue anunciada como progresista, social y, ahora, sostenible. Y, en coherencia, sus autores se convirtieron en adalides de esas preocupaciones.

La arquitectura era un todo sin fisuras. Hasta tal punto la ideología progresista se asoció a cierta arquitectura que la gran figura del racionalismo italiano, Giuseppe Terragni, vio desdibujada su biografía por su ideología fascista. En los casos incoherentes podía optarse por ignorar la aportación del arquitecto o por reconvertir su ideario. De eso se encargaban algunos historiadores. Los arquitectos se concentraban en construir su obra con la creencia, más o menos extendida, de que el único dios era el cliente. Hasta que llegó Rem Koolhaas. Proveniente del mundo del cine, Koolhaas (Rotterdam, 1944) anunció su revolución por escrito, en libros que desorientaron a muchos y fascinaron a una legión de epígonos. Desde cuando alababa la ferocidad capitalista de Nueva York a finales de los setenta, hasta ahora, que está convencido de que sus edificios en Pekín contribuirán a la democratización china, se ha declarado "un tipo con conciencia política y social". Y esa conciencia le lleva a trabajar para el Gobierno chino "para ayudar a que las cosas cambien". No le basta con construir donde le dejan y como quiere. Necesita hacerlo bajo la vieja consigna moderna de trabajar para cambiar el mundo. Así, su último proyecto, una isla con la densidad de Manhattan que crecerá en terreno ganado al mar frente a Dubai, "con muchos árboles y poco aire acondicionado", no será su oportunidad de materializar el sueño de diseñar una ciudad, será su contribución a hacer del mundo un planeta sostenible.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_