Lenguaje y sexismo
La polémica en torno al sexismo, el lenguaje y el feminismo me ha llevado a pensar que en política, quizás más que en otros ámbitos, no se va al fondo de las cuestiones que se plantean desde los feminismos. En consecuencia, sucede que, con demasiada frecuencia, se recurre más a la descalificación que a la argumentación. Sin embargo, para sostener el debate es preciso argumentar, porque, de lo contrario, se bloquea la discusión, y cuando esto ocurre resulta fácil imponer la ley de la selva.
Pero, para hacerlo con conocimiento de causa hay que escuchar, leer, observar y analizar lo que las mujeres están diciendo y haciendo. Es ya mucho el trabajo realizado -y amplia la bibliografía disponible- para desvelar el androcentrismo subyacente en el lenguaje y los sesgos sexistas que éste transmite. Y eso no se puede ignorar en el necesario debate.
Es más, hay que decirlo aunque sea políticamente incorrecto, un lenguaje exento de sesgos permitirá que se haga explícito el milenario conflicto entre los sexos. Un conflicto que, si bien ha retrocedido, aún persiste y sigue actuando de forma más o menos subterránea. Por eso, es necesaria la toma de conciencia de su existencia y poder de este modo dar cauce (innecesario decir que civilizadamente) a los desentendimientos, confusiones y resquemores que perviven en los hombres y también en las mujeres. Así, tal vez, podríamos saber, como dice Soledad Gallego-Díaz en su artículo publicado el 14 de junio, si de "lo que se está discutiendo es de otra cosa".
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