Liga Norte: partido de lucha y de gobierno
El creciente poder de la Liga refleja su capacidad para explotar el descontento y el miedo de los italianos del norte. Ahora forma parte del Ejecutivo derechista de Berlusconi, pero sigue despotricando contra "Roma"
En las elecciones italianas de los pasados 13 y 14 de abril, la Liga Norte dobló su porcentaje de voto, pasando del 4% al 8%, y obtuvo 2.640.000 de sufragios para el Senado y más de tres millones para el Congreso. En el Senado, sus 25 escaños resultan hoy decisivos para permitir al Gobierno encabezado por Silvio Berlusconi el disponer de una mayoría y poder llevar a cabo su programa político. Pero además de reforzarse en sus áreas de asentamiento tradicional del norte y el noreste de Italia, donde llegó a superar en ciertas zonas el 30%, convirtiéndose así en el partido más votado, la Liga penetró también en otras áreas -como Emilia-Romaña, donde alcanzó el 4% en la ciudad de Bolonia- que parecían sólidamente hostiles a su capacidad de propaganda.
El inmigrante, especialmente musulmán, está en el punto de mira de la Liga La Unión Europea es otra de las 'bestias negras' de la formación de Umberto Bossi
Su notable éxito le ha permitido obtener cuatro ministerios en el Gobierno de Berlusconi: Interior, para Roberto Maroni; Política Agraria, para Luca Zaia; Reformas Institucionales, para su líder Umberto Bossi; Simplificación Legislativa, para Roberto Calderoli. Se trata de ministerios clave. Maroni tiene como cometido el mantener el orden público y posee competencias para afrontar temas como la criminalidad y la inmigración, a los que la Liga y su electorado dan una enorme importancia. Aunque sea una circunstancia menos conocida, la actividad agrícola continúa siendo económicamente muy significativa en el norte de Italia y el ministro Zaia tendrá que ocuparse, por ejemplo, del problema de las cuotas de producción, objeto de enfrentamiento con la UE. Dado que, al menos desde un punto de vista propagandístico, las Reformas Institucionales (y de manera especial, un federalismo no muy bien definido, que podría llegar incluso a ser fiscal) son una parte importante del programa propuesto por la Liga a los electores, Bossi intentará desempeñar indudablemente un papel activo e incisivo. En cuanto a la Simplificación Legislativa, el ministro Calderoli (que se hizo famoso por su camiseta antiislámica) intentará poner orden en las competencias legislativas del Estado y las regiones. El poder real, el que atañe a las cosas, adquirido por la Liga en este Gobierno de Berlusconi, es, por lo tanto, notablemente grande.
Las dimensiones de este aumento de adhesión a la Liga pueden sorprender. Sin embargo, debería resultar claro a estas alturas que la Liga es un movimiento político difuso, radicado en todo el norte de Italia y, sin duda, no anecdótico. Es necesario subrayar asimismo que su influencia electoral es transversal e interclasista, dado que proviene de todos los sectores sociales del norte y del noreste. El grueso de su electorado está compuesto por trabajadores autónomos y por pequeños empresarios muy activos y productivos, que también dan trabajo a los inmigrantes, si bien deslocalizan en ocasiones sus empresas hacia los países de Europa oriental. Además, aproximadamente un tercio del electorado de la Liga está compuesto por trabajadores por cuenta ajena y obreros descontentos de sus condiciones de trabajo en zonas económicamente muy prósperas.
Obviamente, la fuerza de la Liga depende en primer lugar de su capacidad para aprovechar la fractura territorial italiana. Es más, resulta realmente extraordinario cómo la Liga y sus políticos, dado que resulta difícil identificar a sus teóricos, han sido capaces de inventarse una macro-región. A diferencia de Cataluña, Padania, que es una zona económicamente rica y con un alto nivel de instrucción, no posee ninguna historia común, ninguna tradición compartida, no habla un único idioma, sino dialectos distintos, y presenta culturas políticas diferentes. Y con todo, la Liga ha conseguido imponerla como una entidad efectiva, separada y distinta del resto de Italia. Lo ha hecho con éxito, ofreciendo una alternativa al alcance de todos aquellos que, tras la caída del comunismo y una vez terminada la experiencia de la Democracia Cristiana, iban en busca de una nueva identidad política.
En cuanto ciudadanos residentes en el norte, resultó sencillo para ese electorado hallar identificación e identidad política y electoral votando por la Liga, que se presentaba como portavoz y garante de sus intereses, sus preferencias e incluso sus propias opciones vitales. En segundo lugar, la Liga ha sabido captar también en esa identificación territorial, revalorizándolos, todos los clásicos elementos de protesta de la población del norte en relación con la política romana, de manera especial contra la burocracia y los impuestos que sirven para transferir recursos en favor de las regiones del sur. La escandalosa crisis de la falta de recogida de basuras en Campania, una región (mal) gobernada por la izquierda durante 15 años, ha reforzado a buena parte de los electores del norte en su convicción de que las regiones del sur derrochan el dinero de los impuestos pagados en el norte.
En tercer lugar, la Liga enarbola una actitud crítica contra todos los partidos, contra la política en sí y contra el Estado unitario y centralizado, así como contra la Unión Europea y sus directivas. Se trata de una exigencia de mayor descentralización, que se traduce en demanda de autonomía y, en ocasiones, en la amenaza de una (imposible) secesión. También en este caso, la crisis de la compañía aérea Alitalia, que ha involucrado al aeropuerto milanés de Malpensa, cuyo tráfico aéreo se ha visto reducido en beneficio del aeropuerto romano de Fiumicino, ha llevado a pensar a los electores del norte que, una vez más, los políticos, en este caso del anterior Gobierno de centro-izquierda, favorecen los intereses de Roma. Incidentalmente, estas dos crisis están suponiendo la primera y difícil piedra de toque del Gobierno Berlusconi y de la influencia política de la Liga.
Por último, al haber nacido en buena medida como reacción ante la presencia de italianos meridionales en el norte y estar basada en un decisivo componente de identidad ligada al territorio, la Liga ha transferido parte de sus sentimientos xenófobos contra los inmigrantes, tanto los de África como los de los países de Oriente Próximo, en especial si se trata de musulmanes, así como los de algunos países europeos (rumanos y albaneses de modo especial), cuya tasa de criminalidad es objetivamente mucho más elevada que la media.
Explotando tanto la inseguridad efectiva como la percepción de inseguridad por parte de los ciudadanos, y no solamente del norte, así como la supuesta permisividad de la izquierda y la incapacidad de la política y del Estado para ofrecer soluciones concretas, la Liga ha recogido adhesiones suplementarias. Lo ha conseguido también demostrando que la televisión no es esencial para obtener votos, gracias a su presencia real en el territorio y a su manera de hacer política. Los candidatos y parlamentarios de la Liga son expresión específica de las áreas en las que resultan elegidos. Poseen habitualmente cierta relevancia social y en ocasiones también una biografía política que los hace conocidos para el electorado. Además de lo inadecuado del Estado y de la política italiana, su victoria electoral refleja tanto la existencia de un número excesivo de problemas sin resolver como su capacidad de explotar los miedos y el descontento de zonas y de conciudadanos que conocen a la perfección y desde hace tiempo.
Naturalmente, una vez que se entienden las razones de la atracción que la Liga ejerce sobre muchos sectores del electorado italiano, no se deriva de ello en absoluto que las soluciones propuestas por esta formación, a menudo simplificadoras, sean aceptables. En el ámbito del Gobierno liderado por Berlusconi, que también cuenta con una fuerte presencia de la ultraderechista Alleanza Nazionale, la lucha contra la delincuencia y una política más dura contra los inmigrantes van a ser, ya lo están siendo, temas prioritarios. Desde luego, no está nada claro que el Gobierno de Berlusconi tenga éxito, pero la Liga continuará explotando, por un lado, el papel llevado a cabo por sus ministros y, por otro, paradójicamente, el descontento de los ciudadanos contra ese Gobierno "romano" del que forma parte. Se caracterizará, imitando lo que hacía (o decía) en sus tiempos el Partito Comunista, como partido "de lucha y de gobierno". La Liga Norte es un potente, y a veces grave, síntoma de la existencia de no pocos problemas italianos. No es, desde luego, su solución.
Gianfranco Pasquino es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Bolonia y en el Bologna Center de la Johns Hopkins University. Traducción de Carlos Gumpert.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.