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Tribuna:coyuntura nacional
Tribuna
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Con la inflación hemos topado

Los productores y exportadores de petróleo, con la ayuda de los inversores financieros en los mercados de las materias primas (que en buena parte pueden ser los mismos), parecen empeñados en llevar a la economía mundial a la recesión. Seguramente ellos piensan que no, y para ello argumentan que el precio del petróleo ha subido en los últimos cinco años sin que la economía y la inflación mundiales apenas se hayan visto afectadas. Pero ahora es distinto. Primero, porque en estos años de atrás la subida de los precios de las materias primas era compensada por la caída de los costes laborales por unidad producida, especialmente en los países emergentes, lo que permitió a los bancos centrales mantener bajos los tipos de interés, todo lo cual parece que ya ha tocado suelo. Segundo, porque los consumidores de los países importadores de petróleo, en un contexto de crecimiento de las rentas y de bajos tipos de interés, absorbían la carestía de la energía echando mano de su ahorro o endeudándose, lo que les permitía mantener su ritmo de gasto real.

Estamos cayendo en esa situación que parecía perdida en la historia llamada 'estanflación' Los precios pueden seguir aumentando hasta el 5,4% en agosto, para descender hasta el 4,1% en diciembre

Pero ahora, los bolsillos y el ahorro de los consumidores están exhaustos, los tipos de interés de mercado han subido y es casi imposible encontrar un banco que te conceda crédito. Por otra parte, las subidas del petróleo en dólares entre 2003 y 2007 apenas alcanzaron un 24% de media anual, mientras que en 2008, de mantenerse las cotizaciones actuales, puede acercarse al 70%. Esto supone una pérdida considerable de renta real para los consumidores y empresas, a la vez que ha puesto en guardia a los bancos centrales, ya que la inflación se ha ido muy por encima de los objetivos de la política monetaria.

En resumen, estamos cayendo en esa situación que parecía perdida en la historia llamada estanflación, que, por supuesto, no es previsible que alcance la gravedad de las crisis energéticas de los setenta, pero que tiene elementos comunes. El crecimiento de la economía se estanca y la inflación aumenta, lo que debilita más el gasto. La política monetaria, cuyo objetivo es sujetar las expectativas de inflación, no tiene más remedio que endurecerse, especialmente en sistemas económicos poco flexibles y con sistemas de fijación de salarios y rentas muy indiciados al IPC, como son los europeos y particularmente el español. Todo ello alarga el ajuste y el estancamiento de la economía.

El caso español es bien ilustrativo de todo lo anterior. Los precios de consumo aumentaron en mayo notablemente más de lo que es usual en dicho mes (gráfico superior izquierdo) y la inflación anual se fue al 4,6%, cuatro décimas más que en abril. De ellas, tres se deben directamente al componente de energía (gráfico superior derecho), y la cuarta, a los precios del transporte interurbano (también energía) y del turismo y hostelería. Pero no acaba aquí el repunte inflacionista. Bajo la hipótesis moderadamente optimista de que el precio del petróleo haya tocado techo y se reduzca progresivamente desde los actuales 135 dólares el barril hasta 125 al final del año en curso y 120 al final del próximo (escenario central del gráfico inferior izquierdo), la inflación puede seguir aumentando hasta el 5,4% en agosto, para descender después hasta el 4,1% en diciembre de este año y 2,8% en diciembre del próximo. Si se cumplen estas previsiones, el aumento de la inflación derivado de la subida del precio del petróleo tendría el mismo efecto sobre los bolsillos de los consumidores que una bajada de los salarios y resto de rentas de un 1,7%. Imagínense cuál puede ser el comportamiento del consumo en los próximos meses.

Pero, en una economía tan indiciada al IPC como la española todo esto provoca otros efectos más graves, si cabe, a medio plazo. Los salarios y otras rentas, al intentar mantener el poder adquisitivo, volverán a aumentar el próximo año, como lo han hecho en este y en todos los anteriores desde el inicio del euro, notablemente por encima de la zona euro. El coste laboral por hora aumentó en el primer trimestre un 5,7% en España, frente al 3,3% en dicha zona, y desde 1999 acumula un diferencial de 14 puntos (gráfico inferior derecho). Esto supone una sangría de competitividad que hay que cortar si no queremos que el estancamiento actual del PIB se prolongue no durante unos trimestres, sino durante muchos años.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).

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