Golazo de Pereza
Tuli es un tipo de rostro bonachón, gafas de pasta y barba. Viste pelín desastrado. Una hora antes de salir Pereza, Tuli pasea por la grada de la plaza de toros, despistado. "Cuando empezamos, esto era inimaginable", comenta mientras admira como Las Ventas se llena de jovencitos. Tuli comenzó con Pereza hace casi 10 años, cuando el grupo era un trío. Leiva, Rubén y él, a la batería. Después de editar su primer disco, se fue de buen rollo: quería soplar el saxo y, claro, en una banda de rock and roll, como que no. El ex Pereza no se quiso perder el gran gol de sus ex compañeros.
Llenar Las Ventas. Uf. Allá por noviembre, cuando Rubén y Leiva, esos dos chavales tan de barrio (madrileño), se lo plantearon, hasta sus largas patillas se alborotaron. Siete meses después, lo han conseguido. Ha habido sufrimiento, como esa huelga de transportes que retuvo el material y puso en peligro hasta el último minuto todo el chiringuito. El miércoles por la noche el concierto estaba en el aire. Se vivieron momentos de tanta incertidumbre que Leiva, con el sistema nervioso gripado, se encerró en su casa y le dijo a su manager: "Llámame sólo para decirme que el concierto se hace". Esa llamada llegó y anoche los Pereza estaban sobre el escenario de Las Ventas, con una masa de 15.000 jóvenes inflamando el coso. Un apunte de moda: este año se lleva el tejano pitillo en rojo.
Quizá por esa tensión acumulada en los días previos, el grupo salió enrabietado. Encadenó cinco canciones al estilo ramoniano, sin tiempo para tomarse un respiro. Rubén, cazadora granate de cuero; Leiva, chaqueta negra. Los dos, faltaría más, pantalones pitillo, esta vez azules. El extraordinario valor de Pereza es que ha sabido escuchar a sus mayores (Burning, Loquillo, Los Rodríguez, Sabina) y tomar nota. Ahora, esos maestros (a excepción de Sabina) no llenarían Las Ventas ni regalando las entradas. Y los Pereza están aquí, paseando su chulería barrial y sus poses a lo Keith Richards, respetando a sus mayores, pero reclamando un hueco en la historia del rock español. Uno de esos maestros, Johnny Cifuentes, de Burning, seguía el concierto con su hija adolescente: "Lo bueno de los Pereza es que están empeñados en hacer canciones bonitas".
El jugador del Real Madrid Guti, con un nuevo corte de pelo con flequillo a lo nuevo romántico, también se sumaba a la fiesta: "Son revolucionarios". Y Rubén y Leiva, demostrando que se puede tocar ante 15.000 adolescentes sin renunciar al prurito de autenticidad rockera. Cuando acabó el concierto, el grupo se fue a celebrarlo a Siroco, la pequeña sala madrileña (200 personas) donde empezaron. Honestos chavales de barrio.
Babelia
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