Descarr(Y)lamientos
Como en algunas películas, el guión esbozado sobre el trazado vasco de alta velocidad, la llamada Y ferroviaria, avanza hacia el desenlace calculado por un oscuro guionista sin que ninguno de los protagonistas haga nada por torcerlo. La bomba que ETA hizo estallar el pasado domingo en Zarautz contra la sede de una de las empresas constructoras, unida a la que anteriormente destruyó dos máquinas de la misma compañía, confirman lo que estaba previsto y descontado. Una organización terrorista en horas bajas no iba a desaprovechar una causa tan apetecible para seguir presentándose como el gran condicionador y, de paso, legitimarse entre algunos sectores que muestran más sensibilidad por la protección del paisaje que por la liquidación del paisanaje. El oportunismo seudorevolucionario es lo penúltimo que se pierde.
Se ha explicado (mal) para qué es, pero todavía no se ha contado bien qué es
Pero lo que no se podía imaginar era la respuesta desconcertante del Gobierno vasco. Después de pasarse meses alertando de la posibilidad de que ETA entre en escena y denunciando las acciones de protesta y sabotajes veniales del frente opositor al proyecto, cuando la amenaza terrorista se hace realidad da un paso hacia atrás y deja caer la duda de que la causa real de las bombas colocadas sean las obras de la Y ferroviaria. Si estuviera convencido de ello, el Gobierno tendría que explicar con claridad y rapidez en qué basa sus suposiciones. En caso contrario, lo que habría que preguntarse es por qué en este momento precisamente no le interesa al Ejecutivo de Ibarretxe reaccionar como se debería ante una amenaza terrorista consumada y prepararse para el siguiente salto. Y la respuesta sospechada, mientras el tripartito no ofrezca otra más verosímil, aparece muy poco virtuosa y presentable.
¿Ha chocado aquí y ahora la Y ferroviaria con la hoja de ruta del lehendakari? Está en el ambiente la conjetura de que el Ejecutivo trata de minimizar ahora la gravedad de la amenaza terrorista sobre la más importante infraestructura en marcha del país para no malograr su principal afán, la consulta. La sociedad vasca no podría entender una denuncia contundente de la intromisión de ETA en ese gran proyecto cuando, al mismo tiempo, se trata de seducir a sus representantes políticos, que no hacen ascos a las bombas, para que el día 27 faciliten con sus votos la aprobación del proyecto de ley de la consulta. Y el Gobierno lo sabe.
Estamos ante una nueva incongruencia del tripartito respecto a un proyecto en el que han abundado las contradicciones. Casi la menor es la presencia en el Ejecutivo de un socio, Ezker Batua, militantemente opuesto a la Y ferroviaria. Mayor trascendencia tendría la versión, nunca desmentida, de que el primer Gobierno de Ibarretxe aceptó en 1998 hibernar el proyecto para suscribir el acuerdo de legislatura con la Euskal Herritarrok de Arnaldo Otegi, según afirmó éste tras su ruptura. Con este antecedente, las posteriores prisas que le entraron al Gobierno por empezar las obras y sus lamentos por la supuesta falta de diligencia de la Administración central, que paga el cien por cien de las obras, adquieren aires de opereta.
La gestión y la presentación públicas que se ha hecho del trazado de alta velocidad han sido, ciertamente, poco afortunadas. Se ha explicado (mal) para qué es, pero todavía no se ha contado bien qué es, pese a la política más decidida de la consejera Nuria López de Guereñu. El adjetivo "vasca" resaltado en exceso le ha dado a la Y ferroviaria ante los ciudadanos un aire de proyecto particular y autónomo, un lujo que se dan las instituciones del país, cuando en realidad su dibujo viene casi determinado por la intersección de dos corredores de alta velocidad: el europeo que procede de Francia y el nacional que conectará la cornisa cantábrica con el Mediterráneo por Pamplona.
Como en varios otros asuntos esenciales, el PNV de Ibarretxe se encuentra atrapado por la paradoja insuperable de que los aliados que pretende para sus aspiraciones soberanistas son caracterizados detractores de los proyectos de infraestructuras e iniciativas económicas que promueve en su faceta de partido posibilista e institucional. Esa incoherencia no sienta bien al desarrollo de dichos proyectos y, por añadidura, crea no poca confusión en la sociedad.
El designio de ETA de interferir en el trazado de alta velocidad está cumpliendo los pasos que se han vivido en episodios anteriores. Sin embargo, no parece que el escepticismo sobrevenido en el Gobierno sobre los primeros ataques terroristas consumados constituya la mejor actitud a la hora de preparar a los ciudadanos para lo que puede venir cuando los 172 kilómetros de la Y ferroviaria estén en obras.
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