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Reportaje:Gastronomía

Apadrine una vaca lechera

Una granja ecológica permite alquilar una res y recibir a cambio yogures y queso

Elena G. Sevillano

Montserrat Serra es una urbanita de manual. Vive con su marido en el Eixample de Barcelona, en un piso ni más grande ni más pequeño que el de sus vecinos. Con una ventaja: ella come yogures y quesos producidos con leche de su propia vaca, que pasta ajena a los humos de la gran ciudad en Sant Feliu de Pallerols (Girona). Un pequeño lujo que surgió de la iniciativa de un ganadero ecológico en apuros, Emili Domènech. Falto de financiación para hacer mejoras en su granja, se le ocurrió una solución ingeniosa: pedir 1.500 euros -lo que costaba una vaca en 1997- a sus clientes, que se convertían así en padrinos de la vaca. A cambio, les iría devolviendo la inversión en especies.

Así es como Montserrat desayuna cada día yogures ecológicos, elaborados sin colorantes, conservantes ni aromas artificiales, con la seguridad de que Lidia, que así se llama su vaca, come pastos en los que no se utilizan abonos ni pesticidas químicos. Sale algo más caro que bajar al supermercado, pero le compensa. "Es una cuestión de prioridades. Preferimos comer comida de calidad que hacer un crucero cada año", asegura. Los productos le llegan cada 15 días, tras hacer el pedido por Internet: yogures naturales, desnatados, de sabores, queso fresco, queso manchego...

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Corre Dehesas:

Gracias al apadrinamiento, la granja Mas Claperol es hoy un negocio ecológico rentable que permite a Emili, de 49 años, dedicarse a lo que le gusta. Tiene 27 vacas y una empresa triple (ganadería, quesería y distribución) que lo mantiene al margen de los desmanes del mercado. "A mí no me afecta si el precio sube o baja. Como si estuviera en una burbuja. Tengo la tierra, las vacas, la leche y la quesería", cuenta por teléfono haciendo un alto en las tareas diarias. Son las ocho de la tarde y está limpiando la máquina de ordeño. No hay horarios. "Las vacas están en el campo y van a su ritmo. Cuando vienen, las ordeñamos".

Los padrinos, entre los que se cuenta Pasqual Maragall, son los que ponen nombre a sus vacas. María, Manela, Oriola, Lidia, Mireia... son como de la familia y tienen hasta su ficha en la web (www.masclaperol.com). Lidia nació en 1996 y produce 17 litros de leche al día. Pocos, si se compara con lo que producen las vacas de explotaciones convencionales, entre 40 y 50. "A cambio, mi leche es más reposada, tiene más grasa y proteína. Es más saludable", presume Emili, otro urbanita de L'Hospitalet que se mudó a un pueblo de 1.335 habitantes.

Si alguien está pensando apadrinar una vaca y vive fuera de Cataluña, que se olvide. Los gastos del transporte y el consumo de combustible lo hacen poco sostenible. "No sería lógico. Se trata de que la gente apadrine animales de otros pequeños granjeros como yo", recomienda Emili. Los productos de Mas Claperol se pueden comprar también en tiendas y cooperativas de consumo ecológico. Ferran Adrià se los lleva para El Bulli. Sólo en Cataluña. Con una excepción: dos establecimientos de Madrid, Poncelet Alimentación y Asaltodemata.

Algunos de los productos que reciben los consumidores que apadrinan vacas en la granja catalana Mas Claperol.
Algunos de los productos que reciben los consumidores que apadrinan vacas en la granja catalana Mas Claperol.

Cerdos, también

"Apadrínalo", pide la web www.corredehesas.com, junto a la foto de Busta, un cerdo "comilón y trotón" con denominación de origen Guijuelo. Por 900 euros, que se pagan a plazos, se obtiene chorizo, salchichón, lomo, paletillas y, dos años después, el jamón. Permiten visitar al animal (aunque es mejor no encariñarse).

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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