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MÚSICA

El pulso de las venas de Nueva York

Señoras y señores. No venimos a molestarles. Esto es subway series, y lo que estamos a punto de hacer es darles una dosis de hip hop". Kid Lucky sonríe y lleva gafas oscuras. En realidad no le harían falta porque este treintañero cercano a la cuarentena no está precisamente al sol, sino sumergido en las tripas de Nueva York. Pero ni siquiera un activista como Kid Lucky se resiste a las cuestiones de estilo. Hoy lleva una camiseta con el nombre de Barack Obama, el candidato de su misma raza a la presidencia estadounidense. Y tiene una arenga para sus compañeros: rapear pensando en el cambio.

Y comienza el espectáculo. Las palabras salen de sus bocas a un ritmo trepidante. Difíciles de atrapar para el neófito, pero perfectamente accesibles para los jóvenes que se entregan cada dos semanas al arte del hip hop improvisado en las llamadas subway series de Nueva York (sesiones libres y espontáneas en el metro), que Kid Lucky comenzó a organizar en 2006. No son palabras que entronizan el sexo, el dinero, las drogas… Al contrario, se trata de reivindicar el sentido original con el que nació este género musical en el Nueva York de los setenta, con su metralla de crítica social, racial y política, de poesía, de historias cotidianas y de ironía.

Muchos de los que han acudido a la llamada de Kid Lucky son de raza negra, y la mayoría, hombres; pero también hay mujeres y cada vez más son blancos, no sólo estadounidenses, sino hasta checos que han escuchado que hay un grupo de amantes del freestyle que periódicamente asaltan pacíficamente una línea del metro -cada vez, una diferente-. Se suben a un vagón y viajan en él hasta el final del trayecto rapeando. Pese a que los neoyorquinos están acostumbrados a todo tipo de excentricidades, la presencia de entre 20 y 40 personas, según el día, que se arrancan a cantar sin instrumentos, pero con la música improvisada del beat box (sonidos emitidos por ellos mismos que imitan una caja de ritmos) y sin pedir dinero a cambio, es un espectáculo inusual en un Nueva York cada vez más aséptico y menos trepidante.

"Me sorprende porque algunas letras son buenísimas. Aquí hay mucho talento", comenta una joven que subió al vagón hace rato y parece saber mucho de hip hop. Una señora latina, sentada a su lado, sonríe ingenua y comenta en español: "Chica, yo no entiendo lo que dicen, pero estos negros tienen ritmo, ¿no?".

Más que de ritmo, habría que hablar de flow, esa especie de corriente interna que fluye con apariencia del todo natural y a cuyo paso se mueven las palabras de gente como Farbeon, un latino crecido en El Paso, educado en Washington DC y hoy neoyorquino, para el que las subway series se han convertido en su adicción dominical. Farbeon ama la poesía, escribe, tiene su propio grupo (3rd Party) y enseña hip hop en una escuela en el barrio de Hell's Kitchen. "Aquí venimos a divertirnos. Lo hacemos por amor al arte, es un punto de encuentro y de intercambio. Hay gente que improvisa, y otros recitan temas que ya traen preparados. La mayoría tiene sus propios grupos, pero aquí no hacemos negocio. Disfrutamos".

Su experiencia con adolescentes le ha enseñado que es posible conseguir que se interesen por la literatura y por la actualidad a través del rap. "Nosotros lo que hacemos es tratar de poner un mensaje ahí fuera, de ir más allá que el hip hop comercial" . Su compañero en 3rd Party, Hired Gun, también profesor de spoken word en la escuela secundaria, añade: "A veces mis alumnos creen que hacer esto es tan sencillo como escribir una canción y forrarse. Ése es el mito que ha creado la industria. Pero no es cierto. Para improvisar necesitas tener mucho vocabulario, y saber qué está pasando a tu alrededor, para decir cosas con sentido. Hay que practicar mucho para ser bueno, empaparte, leer".

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