Lecciones de cine y de caridad
Solo falta la ambición rubia para cerrar el circo de celebridades que aterriza en Cannes. Madonna dejó por unas horas el "tic, tac" con Justin Timberland para presentar su película sobre los niños huérfanos de Malaui, I am because we are. Vestido de flores, hombros encogidos, la diva habló de África, de su hijo adoptado y también de su jardinero, Nathan Rissman, que ha dirigido la película. "Sí, he sido durante años empleado de la familia Ritchie. Por eso le agradezco tanto a Madonna que me diera esta oportunidad para viajar con ella a África y rodar esta película".
Madonna, inspirada por Al Gore, dice, narra y presenta un documental que no pretende ser coartada moral de su criticada adopción: "No hay nada ilegal en la adopción de David. He abierto un camino para que otros adopten en ese país y me alegro por ello. Para mí ha sido una experiencia dura, un tránsito doloroso, otro parto".
Mientras Madonna vendía su lado más amable, su ex marido y presidente del jurado, Sean Penn, pedía ayer una segunda proyección de la filipina Serbis, de Brillante Mendoza. Serbis es la película peor puntuada por los críticos, pero quizá el jurado necesita otra sesión de felaciones en primer plano o pústulas reventadas en las narices del patio de butacas para aclararse. Delicias que quizá provocarían la risa de Quentin Tarantino, cuya lección de cine convocó ayer a centenares de fans que desde las diez de la mañana hicieron cola para escucharle. Tarantino, que reía solo sus propios chistes, habló de sus directores favoritos (De Palma, Hawks, Peckinpah, Argento...), de su gusto por las secuencias largas ("Con una dramatización casi teatral"), de su incompatibilidad con los músicos para crear bandas sonoras ("Prefiero poner canciones") y de los actores como guía para saber dirigir: "No hay mejor escuela para dirigir cine que la de actuar".
Babelia
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