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Reportaje:

¿Dónde demonios dejo el coche?

La doble fila resiste en Madrid, la ciudad donde se ponen más multas por aparcar mal

Doble fila. O triple. Aparcacoches legales o gorrillas de estraperlo. Frenos de mano sin echar, pitidos porque el coche se ha quedado atrapado detrás de otro vehículo de alguien que ha ido a tomar un café. Circular y aparcar son complicaciones comunes en las cinco ciudades más pobladas de España. En Madrid circulan cada día más de 2,5 millones de coches. Es la capital con más vehículos. Y también la que pone más multas, con más de 260.000 sanciones. Eso significa 80 por cada 1.000 habitantes, casi el doble que Barcelona (45 por cada 1.000) o Valencia (49) y muy por delante de Sevilla o Zaragoza, con 20 y 19 respectivamente. Con más o menos picaresca, éstas son las distintas formas de aparcar y circular.

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MADRID. Semana entera en doble fila

Rocío vive en la avenida del Manzanares, cerca del centro de Madrid. Dice que allí, los agentes de movilidad -700 en la capital- hacen la vista gorda. Admite que aparca mal "a menudo" y deja un cartel con su número de móvil y un mensaje, "Llámeme si mi coche le molesta", para avisar a un posible conductor obstruido por la doble fila. En un año y medio le ha caído una sola multa y muchas llamadas de teléfono para que mueva el coche. Actuaciones como la de Rocío hacen perder 35.000 horas al día en trayectos madrileños. Eso significa que cada ciudadano aumenta el tiempo de cada desplazamiento un 11% de media por culpa de otros coches aparcados donde no deben.

Ocho vehículos municipales con cámaras vigilan los 94 kilómetros de carril-bus de Madrid. La doble fila es otro cantar. Basta acercarse a los estadios Vicente Calderón o Santiago Bernabéu en un día de partido. Los coches se apilan a los lados y también en el centro de la calzada, sobre la línea intermedia. La imagen se repite un domingo cualquiera de tapas por el centro. O entre semana en los ejes comerciales como Serrano y Ortega y Gasset, donde los conductores de decenas de vehículos estacionan durante varios minutos para hacer sus compras. La capital cuenta con 216.000 plazas de aparcamiento regulado y otras 206.000 en aparcamientos públicos. Pero resultan insuficientes para la cantidad de vehículos que circulan por sus calles.

El Ayuntamiento gasta 110 millones de euros al año para combatir los efectos de este tipo de infracciones. No facilitan datos de las multas que pone ni de la cuantía que recauda. El PSOE, en la oposición municipal, informa de que fueron más de tres millones de sanciones en 2007, lo que supone recaudar entre 120 millones -si todas fueran de 40 euros, el importe más bajo- y 900 millones -con la sanción más alta de 300 euros-. Los socialistas recriminan al Gobierno local del PP que haya destinado el último mandato a enterrar la M-30 en vez de primar el transporte público o incentivar una buena red de carriles-bici.

BARCELONA. A pie o en bicicleta

Barcelona no sufre especialmente la doble fila gracias a la idea del urbanista Idelfons Cerdà. Ya en 1856 recurrió a los chaflanes, una fórmula que achata las esquinas en plano inclinado y libera espacios para estacionamientos momentáneos. Eso sí, debe ser por tiempos muy cortos. Abandonar un coche a su suerte en los chaflanes es garantía casi segura de que se lo lleve la grúa. Alzada buena parte de la ciudad sobre un plano cuadriculado, entre Ciutat Vella y la parte alta el tráfico fluye de forma razonable, aunque con tendencia a ir a peor porque los agentes de la Guardia Urbana brillan por su ausencia y cada vez se observan más conductas de indisciplina pese a los radares camuflados.

Barcelona registra diariamente la entrada y salida de unos 600.000 vehículos de fuera de la ciudad. Pero ese tránsito queda compensado por otros hábitos: el 45% de los barceloneses se desplaza a pie o en bicicleta, el 35% en transporte público y el otro 20%, en vehículo privado, según el informe de movilidad municipal de 2007.

El Ayuntamiento ha realizado además una decidida apuesta por las bicicletas públicas. Ya hay más de 150.000 ciudadanos que utilizan este servicio por 24 euros al año. La política de circulación tiende a disuadir cada vez más el transporte privado: aparcar en una acera en el Ensanche, por ejemplo, es complicado y caro. Y es imposible en el centro, trufado de zonas peatonales donde las grúas se llevan ya hasta las motocicletas.

VALENCIA. Medio millar de 'gorrillas'

"Como mínimo, una hora dando vueltas". Es lo que tarda Laia Malo, de 29 años, en encontrar una plaza de aparcamiento en el centro histórico de Valencia, donde vive y trabaja. "Es una odisea cada vez que cojo el coche porque no hay bastantes plazas y no me sirve la zona azul. No puedo estar todo el día bajando y pagando", explica. Su historia es el día a día de miles de conductores a la caza de un hueco donde dejar el coche y despreocuparse. Pocos logran colocarlo en una plaza gratuita sin restricciones, y tampoco sobran espacios en las zonas ORA. Los recibos se acumulan en los salpicaderos de los coches que han superado las dos horas permitidas de estacionamiento. En los aparcamientos públicos queda alguna plaza libre con frecuencia. Son de los más caros de España, según un estudio de la OCU en febrero. Juan Blay, de 72 años, cobra una pensión de 600 euros que convierten estos aparcamientos en un lujo. "Lo dejo en este solar y al chico le doy la voluntad, 50 céntimos", argumenta el hombre. La moneda se la queda Mohamed, un marroquí sin papeles de 35 años, que se gana la vida en una parcela cercana. Saca entre 50 y 60 euros por 15 horas de trabajo. Cuenta orgulloso que los clientes que le conocen "se fían" y le dejan las llaves. El Ayuntamiento estima que hay medio millar de gorrillas en Valencia. Una ordenanza de 2005 pretendía poner coto a esta práctica. Ha quedado olvidada en un cajón.

Soltar unas monedas por la ayuda aún es para muchos mejor que arriesgar una multa por dejar el coche en doble fila. Si no queda más remedio, lo habitual es no tirar del freno de mano para que pueda moverse el vehículo si hace falta. "Yo doy cuatro o cinco vueltas, y si no encuentro sitio, lo dejo en doble fila y controlo", cuenta Julián Valdepeñas, de 21 años.

Dos smart de la Policía Local circulan con radar, cámara de fotos y ordenador para tramitar multas por estacionamiento indebido, especialmente en doble fila y en el carril-bus. El Ayuntamiento, además, realiza anualmente una campaña para corregir el hábito de ocupar plazas reservadas. Casi todo vale cuando faltan aparcamientos en la vía pública y de residentes. No hay zonas específicas para los vecinos de cada barrio ni estacionamientos conectados al transporte público a las puertas del casco urbano.

SEVILLA. Calderilla y sin freno de mano

Los conductores noveles de Sevilla aprenden dos normas al empezar a moverse en su coche por la ciudad: si entre sus rutinas está aparcar en la calle tienen que llevar siempre dinero en calderilla y no olvidarse nunca de dejar el freno de mano suelto si optan por la doble fila. Las monedas son para los gorrillas. El Ayuntamiento lucha sin éxito desde hace años contra esta especie de impuesto revolucionario. En algunos puntos de la ciudad han sido sustituidos por miembros de colectivos desfavorecidos (como desempleados mayores de 40 años). Pero los aparcacoches ilegales encuentran nuevas zonas de trabajo.

La última esperanza del gobierno municipal (PSOE e IU) es una ordenanza local en la que la actividad de los gorrillas se declara "mendicidad coactiva" multada con hasta 120 euros o trabajos para la comunidad. La duda es cómo resultará esta medida cuando se trata de multar a personas insolventes que, en muchos casos, no tienen un domicilio fijo donde notificarle la sanción.

Igual de común que la presencia de gorrillas es la de la doble fila. O triple. Muchos la usan sin dar una sola vuelta para encontrar otro estacionamiento. Y no para hacer una gestión rápida, sino como forma de aparcamiento habitual. Es una práctica aceptada, siempre que el que aparque en doble fila se acuerde de dejar quitado el freno de mano para que el conductor del coche encerrado pueda sacar el suyo.

Los problemas más graves de aparcamiento se dan en el casco histórico de la ciudad. Sólo hay 3.000 plazas en superficie (1.486 en zona azul y el resto libre). La solución municipal es facilitar el estacionamiento a los vecinos de la zona e impedírselo al resto, para que aparcar se convierta en tal calvario que no compense ir en coche y se opte por el transporte público.

ZARAGOZA. ¿Dónde descargo?

Zaragoza vive una situación especial por las obras de la Expo, que colapsan el tráfico en los accesos y salidas de la ciudad y que repercute en el centro. Al margen de esta situación puntual, el centro histórico se ha quedado pequeño en pocos años para el paso del transporte público. Prácticamente todas las líneas de autobús urbano (en Zaragoza no hay metro) pasan por la céntrica plaza de España.

Además, la ciudad se ha expandido en poco tiempo tanto hacia el norte como hacia el sur. Los servicios de transporte se han multiplicado pero no cumplen con horarios y frecuencias. El Plan de Movilidad, que prevé la construcción de tranvía ligero y metro y cercanías, está atascado tras años de debate.

Los proyectos para sacar el tráfico del centro de Zaragoza chocan con la opinión de colectivos como los comerciantes que consideran que los lugares sin tráfico son menos seguros. El plan es sacar los coches de 40.000 metros cuadrados del centro con 44.000 plazas de aparcamiento. De momento es sólo eso, un plan.

Mientras la doble fila es un hecho, no hay zonas de carga y descarga suficientes y las calles peatonales se ven invadidas por el coche particular. Los centros comerciales atraen más comercio y tráfico. Cada vez que se construye una gran superficie nueva -desde El Corte Inglés, hace casi 30 años, a Gran Casa, al otro lado del Ebro-, el informe de tráfico es siempre desfavorable.

Esta información ha sido elaborada por: Pilar Álvarez y Daniel Verdú (Madrid), Ángels Piñol (Barcelona), Sara Velert (Valencia), Reyes Rincón (Sevilla) y Concha Monserrat (Zaragoza).

Un coche estacionado en el carril bus de la calle de Alcalá, en Madrid.
Un coche estacionado en el carril bus de la calle de Alcalá, en Madrid.ULY MARTIN

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