El cuento del alfajor
El cartel de los toreros banderilleros es el cuento del alfajor. O sea, un engañabobos. Está por demostrar, primero, que los señores Esplá, Encabo y Ferrera sean unos banderilleros excepcionales. Parece que no; que son más bien del montón. Y tampoco está claro que coloquen los garapullos con mejor técnica que sus subalternos. Entonces, por qué se empeñan en ponerse flamencos y colocar pares y más pares como Dios les da a entender.
La respuesta es clara: el tan reputado público de Madrid es otro cuento de alfajor. O sea, otro engañabobos. ¡Vaya público dominguero y triunfalista! Vergüenza producía ver cómo los espectadores jaleaban, puestos en pie, las dotes atléticas, que no toreras, de los señores de luces. ¿Y la oreja que pidieron mayoritariamente para Ferrera? ¿Habrase visto mayor tropelía en esta plaza, que dicen que es la más importante del mundo?
Pereda / Esplá, Encabo, Ferrera
Toros de José Luis Pereda y La Dehesilla, bien presentados, mansos, sosos y descastados.
Luis Francisco Esplá: metisaca en los bajos (silencio); media tendida y dos descabellos (silencio).
Luis Miguel Encabo: estocada caída (ovación);< tres pinchazos, media tendida y dos descabellos (silencio).
Antonio Ferrera: media atravesada (silencio); estocada (oreja).
Plaza de las Ventas. 14 de mayo. Séptima corrida de San Isidro. Lleno.
Lo de la oreja a Antonio Ferrera clama al cielo. Él la buscó con entrega, como es su obligación, pero no hizo méritos suficientes. Toreó a la verónica con apasionamiento y la figura muy forzada. Vendió bien un espectacular tercio de banderillas, y, muleta en mano, lució al toro de largo, dio muchos pases y sólo dos derechazos resultaron estimables. El resto, toreo destemplado y superficial, una copia de lo realizado ante su descastado primero, con el que se dio un arrimón. La estocada, caída, fue de efecto rápido, y un público pueblerino se volvió loco. Ver para creer.
También había que frotarse los ojos para reconocer al maestro Esplá en ese señor torpe, tenso y agobiado que le reventó los bajos a su primero en un infame metisaca que mandó al toro al otro barrio en un santiamén. Tal desliz imperdonable ocurrió después de una labor vulgar e indecisa ante un toro con genio que exigía una muleta poderosa. Pues no tuvo su tarde Esplá, que permitió que masacraran al cuarto en varas, motivo por el cual llegó al último tercio más muerto que vivo.
Por cierto, ¿quién le habrá dicho a Encabo que es un buen banderillero? Pues, ahí sigue. Como la gente aplaude... Nada reseñable con el capote y sólo tres naturales decentes en su primero. El resto, toreo para el olvido.
La verdad es que los tres diestros dicen tan poco poniendo banderillas como con el capote o la muleta en las manos. Es difícil colocarse peor y torear más aliviados. Pero mientras aplauda el entendido público de Madrid... Pobre fiesta.
Babelia
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