Inquietud suní ante la influencia de Irán
España llama al diálogo para impedir la escalada de la violencia
En público, el lenguaje es aún ambiguo. Ahmed Aboul Gheit, el jefe de la diplomacia egipcia, condenó ayer en un comunicado "los intentos de imponer hechos consumados en Líbano y arrojarlo en la trampa del conflicto confesional".
En privado, los responsables de los principales países árabes suníes expresan su preocupación por los intentos de Irán de controlar Líbano -o al menos su mitad sur- a través de la milicia chií de Hezbolá.
Su inquietud coincide con la de algunas potencias occidentales empezando por EE UU. El portavoz de la Casa Blanca pidió ayer a Irán y Siria que dejen de apoyar a Hezbolá. El presidente israelí, Simón Peres, fue incluso más allá y acusó a Irán de atizar el conflicto en Líbano para "imponerse en todo Oriente Próximo".
El ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, no hizo ninguna declaración pública, pero habló por teléfono con el primer ministro libanés, el suní Fuad Siniora, según fuentes de su entorno. Evitó señalar a ningún responsable e hizo un llamamiento al diálogo.
El presidente de Siria, Bachar el Assad, también propugnó alcanzar "una solución mediante el diálogo", según la agencia SANA. Hizo además hincapié en que lo sucedido en Líbano es "un asunto interno" dando a entender así que la comunidad internacional no debía inmiscuirse en él.
En cambio, Mohamed Alí Hosseini, el portavoz de la diplomacia iraní responsabilizó de la inestabilidad en Líbano "al aventurismo de EE UU e Israel". A petición de Egipto y de Arabia Saudí los ministros de Asuntos Exteriores de la Liga Árabe se reunirán mañana en El Cairo para discutir de la situación en Líbano, pero sus divisiones internas les impedirán tomar ninguna decisión relevante.
Las principales potencias suníes, como Egipto y Arabia Saudí, se alarman no solo de la inclusión de Siria en la órbita de Irán y de la creciente influencia iraní en Líbano, sino de las ambiciones nucleares, civiles y acaso militares, de Teherán.
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