La fiesta ha terminado para Clinton
La senadora insiste en mantener hasta el final una campaña llena de incógnitas
Hillary Clinton puso su más dilatada y artificial sonrisa para asegurar que, tras su victoria en Indiana, seguirá ahora "a toda velocidad hacia la Casa Blanca". Pero el lenguaje corporal de Chelsea y Bill Clinton, junto a ella, revelaba de forma inequívoca que la fiesta ha terminado para ellos. Con el riesgo que todo pronóstico conlleva, puede decirse que la hora de los Clinton ha pasado en Estados Unidos.
El traje-pantalón elegido por Clinton para ese gran momento era azul eléctrico. Su última indumentaria política es la de campeona de la clase obrera. Y con ese marchamo se fue ayer a Virginia Occidental, un Estado pobre en el que se celebran primarias el próximo martes.
Hillary Clinton llegó allí a cumplir con el ritual de pronunciar un discurso y pedir el voto. Pero, ¿un voto para qué? Su campaña está en este momento rodeada de preguntas. ¿Tiene sentido continuar una carrera condenada al fracaso? ¿Es acertado mantener una estrategia que sólo sirve para debilitar a quien, en última instancia, va a ser el candidato demócrata? ¿Vale la pena continuar en esto sólo por si Obama se estrella? En ese caso, ¿de dónde va a sacar el dinero para seguir? ¿No se ha convertido esta campaña, más que en una apuesta política, en un viaje épico de la propia Hillary Clinton, incapaz de verse apartada de una misión a la que se veía destinada?
Aceptando que la senadora es una política de raza, casada con otro político de raza, es concebible que sus razones para continuar su campaña sean más concretas y terrenales. Razones como las siguientes:
Una candidatura conjunta. Es mejor ser vicepresidenta con opción de ser presidenta que volver al Senado derrotada. Los que la apoyan respaldan esta idea con el argumento de que ella aporta —mujeres, trabajadores blancos, mayores— lo que a Obama le falta. Pero Obama ha prometido pasar la página de la vieja política y eso va dirigido a dos familias, Bush y Clinton.
Un descalabro de Obama. Es un papel triste e incierto. Exige insistir en la estrategia de destrozar al rival al precio de destruir la propia imagen. El partido no lo permitiría.
Dinero. La campaña de Clinton ha acumulado deudas cuantiosas. Una de las especulaciones que se manejan es la de que sus asesores están negociando con los de Obama que éste se encargue de pagar las facturas pendientes a cambio de la retirada de la ex primera dama.
Michigan y Florida. Clinton volvió a mencionar en su discurso del martes en Indianápolis la necesidad de que los delegados de Michigan y Florida sean aceptados en la convención demócrata. "Va a ser extraño tener un candidato elegido sólo por 48 Estados", dijo. Los delegados de Michigan y Florida fueron vetados por la dirección del partido porque ambos Estados violaron las reglas sobre la celebración de sus primarias. Obama retiró su nombre de las papeletas en Michigan. Clinton ganó en ambos Estados. El presidente del partido, Howard Dean, se niega ahora a dar marcha atrás en la decisión que se tomó. La insistencia de Clinton en este asunto supondría un gran escándalo en la convención y, probablemente, la ruptura del partido.
La derrota de Obama. La versión más maquiavélica, puesta en circulación por algunos congresistas negros, es la de que Clinton va a continuar su campaña sólo para debilitar a Obama y evitar su victoria en noviembre, lo que, teniendo en cuenta la elevada edad de McCain, le daría a ella una nueva oportunidad dentro de cuatro años.
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