Plazas italianas
Como tantos barceloneses, mi padre es un superviviente de los bombardeos de la Guerra Civil. En especial, del que el 1 de octubre de 1937 destrozó la Barceloneta. Ese día, mi abuela y él estaban haciendo cola, cuando empezaron a sonar las sirenas. Asustado, perdido de la mano de su madre, con apenas ocho años, se escondió bajo una escalera mientras caían las bombas. Pasado el peligro, en la calle había un hombre cortado por la mitad -negro por la explosión- colgando de los cables de la luz. Y un caballo muerto en la acera, sumariamente descuartizado por los famélicos transeúntes. Aquel día hubo 55 muertos y 87 heridos. Y en el colmo de la infamia, los pilotos franquistas pasaron en vuelo rasante sobre el paseo de Juan de Borbón, ametrallando a la gente.
De un tiempo a esta parte, Barcelona ha hecho un gran esfuerzo por recordar los raids aéreos. Exposiciones, libros y películas han permitido analizar aquellos hechos. Tan viva sigue su sombra, que un simple paseo por la ciudad puede darnos la magnitud de la tragedia. Vayan, si no, a la calle del Arc de Sant Agustí, ampliada tras ser derribado todo un lienzo de fincas destrozadas. Bombardeos que también crearon la plaza de Manuel Ribé y la calle de Erasme Janer, durante años conocida con el expresivo nombre de Carrer Trencat. Entre la estatua a Colón y la calle Nou de la Rambla se abrió la avenida de las Drassanes, aprovechando la gran cantidad de casas alcanzadas por la destrucción. Y en la Barceloneta, la desaparición de la antigua -y estrecha- calle de Alfredo Calderón permitió trazar la amplia avenida del Almirante Cervera.
En un solo bombardeo -el 30 de enero de 1938- cambió la fisonomía del Barri Gòtic. Esa mañana -a las 8.30 horas- los aviadores italianos lanzaron su carga sobre la catedral y sus alrededores. Al cesar las detonaciones, las antiguas calles de Bou y de la Corribia aparecían completamente arrasadas. El mismo día, tres horas más tarde, la fuerza aérea fascista regresó y bombardeó la plaza de Sant Felip Neri, y mató a 42 personas, 20 de ellas niños. Este doble ataque hizo que -entre 1939 y 1943- se reformase totalmente la zona. Junto a la catedral, las calles de Arcs, Capellans y Ripoll fueron mutiladas. Mientras, las calles de Bou, Corribia, Sallent, Nou de Lancy y del Infern eran borradas del plano. Y con el espacio creado de manera tan drástica surgieron las actuales avenidas de la Catedral y de Francesc Cambó.
Estas travesías, hoy desaparecidas, tenían su propia historia. En la calle de Bou -entre plaza Nova y la Via Laietana- se abrió la primera tienda de legumbres cocidas de la ciudad y el primer establecimiento que colgó carteles con anuncios escritos en verso que glosaban la calidad de sus productos. En la vecina calle del Infern -entre Ripoll y Bou- se decía que tenía casa Satanás. Quizás la leyenda proceda de su Hostal de l'Infern, que alojó al bandolero Serrallonga y a Prat de la Riba (¡ojo!, no iban juntos). O por la taberna de Cal Borni, frecuentada por estudiantes revoltosos. A su vez, la Corribia era una de las calles barcelonesas más antiguas y notables, por la que se accedía a las escaleras de la catedral. Corría paralela a la de Bou y alojaba la cervecería modernista del Celler Català, el Gremio de Taberneros y el famoso Gremio de Zapateros. Este último se pudo salvar y reconstruir en su actual ubicación, en Sant Felip Neri, aprovechando que el lugar también estaba en ruinas. De esta forma, la aviación de Franco creaba un nuevo concepto urbanístico, el de la "plaza italiana": por definición, un espacio edificado a partir de la destrucción causada por un ataque aéreo; negocio que sigue al alza en muchos lugares del planeta.
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