Delgados como palillos, armados hasta los dientes
Los piratas somalíes disparaban sus rifles cuando los marineros del 'Playa de Bakio' desobedecían las órdenes
Todo lo que tiene lo lleva puesto encima: un pantalón, una camiseta, una pulsera con los colores de la bandera española en la que se lee "sé fuerte" y unos zapatos. Thierry Abdalá, marinero del Playa de Bakio, no tiene nada más. El resto de sus cosas -el reloj, la cámara de fotos, el reproductor de DVD, su dinero...- se lo robaron los piratas.
Los marineros africanos vuelven a faenar pese a la amenaza pirata
"Ahí, apuntados por metralletas, blancos y negros éramos lo mismo"
Su último día en Seychelles lo pasa comprando una muda con dinero prestado. "No quiero saber nada más de este barco ni de esta empresa. Nos pidieron que si podíamos hacer dos meses más de pesca porque los blancos se iban a casa, pero cuando estábamos ahí, apuntados por metralletas, blancos y negros éramos lo mismo. Y me han dicho que ahora no me pueden pagar lo que me deben, que me lo enviarán a Madagascar, así que me vuelvo a casa con lo puesto", explica.
Thierry, marinero del Playa de Bakio desde hace tres años, asegura que una hora antes de llegar al puerto de Victoria tras seis días de secuestro escoltados por la fragata Méndez Núñez, el capitán les pidió que no hablaran con nadie del rescate.
"Pero yo sí quiero hablar, porque faltó muy poquito para que nos mataran y ahora me tengo que volver a mi casa, con mi mujer y mis dos hijos, sin nada. Pensaba ganar mucho dinero y casi pierdo la vida". Thierry rompe el pacto de silencio por rencor y conoce bien la cifra: 1,2 millones de dólares. "Llegaron en un bote pequeño, el sábado, se subieron al barco y después se repartieron el dinero", explica.
"Los pescadores no hablaban mucho, porque lo han debido de pasar muy mal. Uno de ellos decía que había escondido su alianza de casado para que no se la robaran también, pero sí contaban que habían venido piratas de fuera a traer el dinero y que le habían dado a cada uno su parte", corroboraba ayer un veterano militar de la fragata Méndez Núñez, que mañana zarpa hacia España.
A Joseph, cocinero ghanés, los piratas le habían despertado ese sábado a las cinco de la mañana para decirle: "Hoy cocina doble porque va a venir más gente de nuestro pueblo". Les sirvió atún con arroz, y en cuanto lo terminaron, se fueron. Joseph, en el Playa de Bakio desde hace ocho años, apenas pudo dormir en seis días.
Y no por la angustia de tener piratas armados en cubierta, sino porque, sencillamente, no le dejaban descansar. "Me despertaban por la mañana y preparaba 50 barras de pan con atún. Luego, unas ocho comidas al día, para ellos y para nosotros. Les hacía arroz, mucho pescado, espaguetis... Tenían mucha hambre", recuerda.
Casi todos los marineros han insistido en la delgadez de sus secuestradores: "famélicos, pura piel y huesos", declaraba Gotzon Klemos. "Finos como palillos", recordaba ayer Thierry. Algunos eran muy jóvenes, "casi niños", añadió.
Los piratas no hablaron de aguas territoriales, ni de explotación de caladeros, sus supuestas reivindicaciones, pero sí insistieron durante el secuestro en que en su pueblo pasaban hambre y que no tenían nada.
"El último día, cuando estaba cocinando, y me vigilaban como siempre para que no echara veneno en su comida, me dijeron que les diera todo el dinero que tenía o me mataban. Traté de explicarles que en el barco no tenía, pero me llevaron a mi camarote y lo revolvieron todo. Sólo me quedaba una botella de champán y también se la llevaron", explica Joseph.
Dos de los pescadores insinuaron que si los piratas no hubiesen ido tan armados -"llevaban una metralleta en cada hombro y munición en la cintura", recuerda Thierry- habrían intentado hacerles frente.
Pero decidieron obedecer: acudir rápidamente a la cubierta cuando los piratas ordenaban hacer recuento y no intentar nada cuando iban al baño con una metralleta en la espalda. "Si faltaba uno en el recuento, nos decían que lo lleváramos enseguida o que a uno de nosotros le cortarían el cuello. Una vez, Enric [de Ghana] quiso salir a tomar el aire a cubierta y los piratas dispararon para asustarle", afirma Therry.
Con todo el botín: el dinero del rescate y varias docenas de zapatos, relojes, camisetas y pantalones, los piratas abandonaron el Playa del Bakio. Hoy, muchos de los africanos secuestrados trabajan para reparar el daño que hicieron. Las granadas reventaron los cristales, y el barco ya no tiene aparatos de navegación.
Esperan poder salir de nuevo de pesca en una semana o dos, y confían en que la Unión Europea pacte pronto medidas de seguridad para ellos y los otros 28 barcos españoles, la mayoría vascos y andaluces, que pescan en la zona. "La vida en el mar ya es bastante dura como para estar pensando en piratas", declara un miembro de la empresa atunera que pide ocultar su nombre.
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