Los 13 españoles del pesquero secuestrado regresan a casa
El principio y el final del secuestro fueron dos de los momentos más angustiosos para los tripulantes del atunero Playa de Bakio. El primero, ya conocido, fue el asalto. El segundo se produjo el último día, cuando los piratas se disponían a abandonar el barco: subieron a toda la tripulación a cubierta y, a punta de metralleta, hicieron que se tumbaran en el suelo, conminándoles a no moverse en "10 o 20 minutos". Así lo relató el contramaestre, Ángel Fernández, quien ejerció de portavoz de sus ocho compañeros gallegos al llegar ayer al aeropuerto de Vigo después de un largo viaje desde las islas Seychelles. "Pensaba que no volvería a ver esta tierra", confesó.
Según Fernández, los secuestrados disponían apenas de uno o dos minutos cada uno para acudir al lavabo. Su dinámica cotidiana consistía en ir del camarote al comedor y viceversa. "Teníamos prohibido subir a cubierta [donde permanecían los piratas], nos lo recordaban siempre con el mismo gesto": pasándose el dedo índice a modo de cuchillo por el cuello, recordó Fernández.
En el interior del barco procuraban andar sin armas. El contramaestre también afirmó que los marineros nunca llegaron a avistar la fragata española Méndez Núñez enviada a la zona, que no pasaron hambre y que no tuvieron ninguna noticia sobre las negociaciones del rescate.
Los cinco marineros vascos llegaron ayer a las 12.34 al aeropuerto de Bilbao. Por todos ellos habló Gotzon Klemos: "Agradecemos a los periodistas y sobre todo al Gobierno central y al vasco, que se han portado divinamente. Nos perdonarán, pero estamos físicamente reventados, así que ahora queremos descansar y estar con la familia".
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