Un rentable y aislado gesto
Fue el pasado otoño cuando saltaron las alarmas. La clamorosa y vergonzosa uniformidad étnica en los desfiles de Nueva York, Milán o París obligó a plantear en serio el debate: ¿es la moda racista? Hubo conferencias, artículos y en la siguiente cita, en febrero, algún cambio. Que habría que calificar de tímido. Igual sucede con las campañas de publicidad y las revistas. Por eso, la edición italiana de Vogue ha optado por una medida drástica: su número de julio estará protagonizado, casi en su totalidad, por modelos negras. "Veo tantas mujeres guapas que nadie contrata", explicaba su directora, Franca Sozzani, en The Independent.
La medida tiene el valor de reavivar una cuestión que había caído en el olvido del conformismo, al tiempo que (obviamente) le reporta a la revista publicidad gratuita. Pero para erradicar de verdad el racismo del sistema (que suele justificar la escasa utilización de modelos negras porque "venden menos"), hay herramientas mejores. La monumental influencia de Sozzani sería más beneficiosa si usara modelos no caucásicas con regularidad, en lugar de apelotonarlas en un número excepcional. No hay que olvidar que, en septiembre, en su revista aparecía solamente una, interpretando a la criada de una princesa (rubia) de Park Avenue. Comer un día verdura no te convierte en vegetariano.
En realidad, esta clase de gestos grandilocuentes revela la hipocresía de una industria cada vez más global. "Sólo hay que fijarse en cuántas modelos negras aparecen en sus anuncios", apunta Nick Knight en el mismo diario británico. "Virtualmente, ninguna. Es chocante y atroz". Es justo admitir que tampoco la publicidad de yogures o bancos es un caleidoscopio racial. Pero pocas imágenes tienen hoy un alcance tan masivo como las de la moda. Y es lamentable que la creciente riqueza étnica de sus consumidores no se vea reflejada.
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