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Columna
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Un cromosoma de más

José Luis Rodríguez Zapatero mató a Kennedy. De nada le va a servir negarlo. Sólo contaba tres años, pero, ¿a quién le importa? Es más, Jéan-Bedel Bokassa, aquel de la República Centroafricana que se merendaba a los súbditos, será canonizado tan pronto las amistades eclesiásticas comparen sus asados con el sitio de hambre, sed y millones para caprichos, entre otros suplicios que el de Valladolid inflige a los valencianos. Revisen el escrutinio, que igual le han investido por error. Sería imperdonable. Resulta difícil de creer, pero si las autoridades autonómicas y municipales lo dicen -más que decir, lo recitan- y la prensa amiga lo corea, será verdad. En fin, ahora mismo el Gobierno valenciano es el único del mapa de España que deja perder cuatro millones de euros para mejorar la dotación de las bibliotecas públicas, gracias a un convenio con el Ministerio de Cultura que el resto de autonomías ha suscrito y según el cual financian a medias la compra y suministro de libros. Anteayer la consejera Trinidad Miró realizó un aterrizaje forzoso en la Fira del Llibre de Valencia, procedente de Saturno. La mandataria, que no había pasado por la cámara de descompresión para adaptarse al medio tras su periplo intergaláctico, desfiló a paso ligero junto al seto de Viveros, a prudente distancia de los expositores y sin hojear un libro por compromiso -o equivocación-, acaso por el riesgo de que le provocasen urticaria. Cuando llegó al punto fijado en el mapa por sus servicios domésticos, dictó la consigna a los periodistas, que tomaron nota sin incomodar, cual es costumbre.

En síntesis, el recital poético consistió en echarle la culpa al Gobierno de Zapatero, porque, según la doctrina Camps, sisa el presupuesto que nos corresponde en razón de nuestra procreada demografía. No importa que el sistema de financiación vigente se pactase durante el aznarato y se halle en vísperas de revisión por caducidad. Alguien debe cargar con el mochuelo y no van a ser los autores del quebranto. Ahora que la fiesta del ladrillo convierte las alegrías enloquecidas en resacas amenazantes y bolsillos vacíos, la deuda se muestra en toda su magnitud y proyecta la verdadera historia de una caverna que oculta su insolvencia en fastos, atracciones de feria y escaparates. La cosmonauta Miró dijo que la Generalitat realiza grandes esfuerzos. Que llegarán a libro y medio por biblioteca. Las desprovistas universidades valencianas pronto alcanzarán la sociedad sin clases, aunque no exactamente como la imaginó don Carlos Marx. Aunque ajusten el presupuesto, se acabe la endogamia y extingan sus tradiciones más feudales, lo tienen crudo. Ahora toca universidad virtual, pagando lo que sea. Y si Solbes no cierra el grifo de la deuda, habrá para el arquitecto del Guggenheim, como lo hay para el Valencia CF y el Levante UD. El consejero Alejandro Font de Mora, otro poeta que nunca tuvo queja de sus pacientes cuando ejercía de forense, añade un verso a la rima de Camps: sin trasvase del Ebro, no hay progreso. Está claro que estos tienen un cromosoma de más. Y nosotros, uno de menos. Si no, no se entiende.

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