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'La terra trema'

Se cumplen ahora 60 años del rodaje de La terra trema, película filmada por Luchino Visconti en paisajes naturales de Aci Trezza, un puertecito pesquero de Sicilia. Tras tantos años, y habiendo arruinado el tiempo tantas cosas (entre ellas el ideario político entonces compartido por Visconti), el espectador seguirá sintiéndose conmovido ante este Episodio del mare, subtítulo de la película, al que deberían seguir dos nuevos episodios, nunca realizados, uno relativo a los mineros y otro a los agricultores.

Se ha escrito con razón que los habitantes de Aci Trezza fueron, además de protagonistas, casi guionistas, puesto que Visconti no sólo respetó absolutamente el habla lugareña, sino que recogió las conversaciones espontáneas de sus ocasionales "actores". Luchino Visconti era un milanés alejadísimo por su condición social de sus modelos y protagonistas meridionales, pero sin embargo parece hacer su narración desde las propias entrañas. No se trata de una particular ascesis por identificarse al otro; de alguna manera su sensibilidad era entonces ampliamente compartida. Pues en el mismo Norte industrioso, la moral social ambiente, hacía que el Mezzogiorno fuera percibido como una suerte de Italia secuestrada que, de liberarse, se revelaría en todo el esplendor de una profunda, arcaica y esplendorosa civilización; civilización sellada por lo elemental e inevitable, por lo que es común al ser humano en toda circunstancia. De ahí el interés de Visconti por poner el énfasis en la losa económica y social que perturba hasta la corrupción la vida de unos pescadores que son como paradigmas del lazo, siempre conflictivo y hasta trágico, que el hombre mantiene con la naturaleza.

Inmigrantes y meridionales son los chivos expiatorios de los miedos de Italia

En el año en que la película se rueda, el Mezzogiorno se hallaba sumergido en una profunda postración que se prolongó en la década siguiente, incrementando el abismo respecto al Norte fabril, hacia el que los meridionales se veían obligados a desplazarse. Exilio que el propio Visconti describiría en términos punzantes en esa tragedia urbana que fue Rocco y sus hermanos.

Pues bien: en la Italia septentrional, en las últimas elecciones italianas La Liga Norte ha obtenido un impresionante triunfo. Triunfo en amplias zonas rurales o semirrurales del Piamonte, el Veneto o Lombardía, mas también en ciudades que otro tiempo encarnaron los idearios de emancipación social: así en el Turín de Cesare Pavese (poeta de vida y muerte trágicas, exiliado por el fascismo) y en el propio Milán de Luchino Visconti.

Triunfo de la Liga alcanzado restaurando, es decir, poniendo al día, los argumentos con los que ya se abrió camino hace tres lustros. Pues el discurso de la Liga se limita hoy a ampliar el espectro de aquellos a los que se arroja a los pies de los caballos. Y para ello aprovecha incluso el sentimiento de los que fueron sus primeras víctimas, a saber, los que, considerándose italianos, son hoy presa de un sentimiento cotidiano de inseguridad, inquietud por el futuro económico y temor a una dilución de la propia identidad. Se trata de que vuelquen sobre alguien más débil esta carga (en realidad oculto resentimiento para los gestores y alcahuetes de un orden que, efectivamente, convierte muchas veces su vida en un pozo), y este ser más débil no puede ser otro que el inmigrante. Lo cual no es óbice para que el discurso tradicionalmente insultante de la Liga respecto a la población meridional prosiga.

Pues en todo el Norte se oyen hoy impúdicas voces de responsables proclamando explícitamente el carácter intrínsecamente ladro del carácter meridional. En la ex comunista periferia milanesa, en la otrora roja Vicenza, y hasta en el Murano del que salieron obreros voluntarios para la guerra de España, será fácil escuchar en público parecidas frases vejatorias para una entera fracción del pueblo italiano.

¿Qué ha sido de nosotros, cabe preguntarse, para que tal cosa ocurra? Y digo de nosotros porque, dirigiendo el tiro a la víctima más débil, el ex comunista alcalde de Roma, se despachó el pasado invierno (aprovechando, eso sí, un traumático crimen) con un anatema sobre el conjunto de la comunidad de rumanos, llegando a afirmar (cito de memoria) que "antes de la llegada de estos emigrantes, Roma era la ciudad más segura de Europa", lo cual es simplemente falso; falsedad, de la cual el señor Veltroni era perfectamente consciente, lo que la convierte en llana mentira.

Su oportunista cruzada contra los inmigrantes no ha servido de nada al señor Veltroni, entre otras cosas porque sus todavía compatriotas de la Liga Norte le han tomado la delantera, lanzando el más despiadado ataque explícitamente xenófobo al que se haya asistido en la Europa comunitaria desde su fundación. Lejos está desde luego el señor Veltroni de los años en que defendía ese fantasma que entonces recorría el mundo, fantasma que se reveló efectivamente ser eso, un mero fantasma, una ilusión con connotaciones trágicas, pero que no dejaba de encerrar un ideario de fraternidad. A los 60 años de La terra trema, ¿qué se ha hecho de tal ideario?, ¿qué ha sido de nosotros?

Víctor Gómez Pin es catedrático de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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