La ciudad de París agrava la crisis con China al conceder una distinción al Dalai Lama
Los intentos del Gobierno francés de aplacar la ira de China por las manifestaciones en favor de la causa de Tíbet, que rodearon el caótico recibimiento de la antorcha olímpica en París, el pasado día 7, se han visto obstaculizados por la decisión del Ayuntamiento de la capital y concretamente de su alcalde, el socialista Bertrand Delanoë, de nombrar ciudadano de honor al Dalai Lama y al disidente y activista por los derechos humanos Hu Jia. "China expresa su desagrado rotundo y su oposición decidida" a esta distinción, dijo ayer en Pekín la portavoz de Exteriores Jiang Yu. "China exige a Francia que cese de inmediato de interferir en los asuntos internos de China y que tome medidas reales para salvaguardar las relaciones chino-francesas", añadió.
París intentaba ayer explicar a Pekín que la alcaldía parisiense tiene absoluta independencia. El consistorio de la capital actúa de forma "independiente" y es el único responsable de esta medida, señaló la portavoz del ministerio de Exteriores francés, Pascale Andréani. "No podemos interferir en las decisiones de París, las colectividades locales son independientes", añadió.
Varios concejales parisienses admiten haber recibido una carta del nuevo embajador chino en Francia, Kong Quan, en la que intentaba disuadirles de que votaran la moción sobre el Dalai Lama y Hu Jia. Quan, que presentó ayer sus credenciales al presidente Sarkozy, explicaba a los ediles que la iniciativa del alcalde podía "deteriorar la confianza y las relaciones de cooperación" entre los dos países y que, además, contribuiría a empeorar la situación en Tíbet. Exteriores aseguró desconocer la misiva. "No nos la mandaron", dijo Andréani.
Si el lunes fue el presidente del Senado, Christian Poncelet, quien se encargó de entregar la carta del presidente Sarkozy a la atleta paralímpica china Jin Jing, que sufrió un intento de agresión cuando portaba la antorcha por las calles parisienses, ayer fue el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin quien llegó a Pekín para poner bálsamo en la herida del orgullo chino.
La portavoz Jiang declaraba que la carta del Eliseo era un gesto "apreciado por el pueblo chino", e insistió en que el Gobierno francés debe "entender y apoyar las medidas necesarias y justificadas aplicadas por China para salvaguardar el orden social y la seguridad de la vida y la propiedad del pueblo" en Tíbet. Sobre las manifestaciones que se suceden en China contra los intereses franceses, y concretamente contra la cadena Carrefour, el Gobierno de Pekín parece que comienza a dar señales. "El pueblo chino puede expresar sus sentimientos patrióticos de una forma racional. Aunque no estamos de acuerdo con algunas acciones individuales radicales", dijo la portavoz.
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