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Columna
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Las dos culturas

En Galicia, igual que en España, la revolución industrial entró tarde y tímidamente, lo cual conllevó, además de atraso socio-económico, un desconocimiento cultural sobre lo que representa la ciencia y la tecnología en la configuración del pensamiento y del conocimiento. Por eso es común que la ignorancia hacia los temas científicos exista incluso entre personas cultas e incluso que ese desconocimiento se exhiba como lo más natural del mundo. Si alguien ignora quién fue Shakespeare, Goethe o Tolstoi y cuáles fueron sus principales obras es tachado de inculto, pero parece normal que no se sepa quiénes fueron científicos de primer orden ni lo que hicieron.

Sorprende que muchos universitarios desconozcan quiénes fueron, por ejemplo, Faraday, Heisenberg, Crick o Watson y, sin embargo, nadie se escandaliza por ello. Un prestigioso catedrático de griego, en sus artículos en periodicos argumenta a cada poco la necesidad de que todos los alumnos estudien griego en el bachillerato para así poder conocer la Grecia clásica, raíz de la cultura occidental, sin mencionar que a ella pertenecen Arquímedes, Euclides, Pitágoras, Demócrito, Aristóteles y Platón, y que su obra reluce a la luz de la ciencia. El politólogo y periodista Josep Ramoneda dio una conferencia en Compostela sobre la Ilustración. En ella no mencionó a la Ciencia, ni a Newton, Descartes, D'Alembert o Lavoisier... No entiende que la Ilustración está ligada a la Revolución industrial, y ésta a una revolución científica.

El siglo XX es el siglo del átomo, el ordenador y el gen, el de una revolución científica sin parangón

Generalmente no se reconoce que el siglo XX es el siglo del átomo, el ordenador y el gen, resumiendo en tres objetos no sólo una revolución científica y tecnólogica, sino también conceptual, que difícilmente tiene parangón en la historia.

Esta cultura de Letras, por decirlo de alguna manera, impregna la sociedad y también la enseñanza. Cambiar esa inercia, aunque sea suavemente, encuentra muchas resistencias. La situación es muy diferente en la mayoria de los países europeos, donde la proporción de materias científicas es mayor y, sobre todo, el enfoque de la enseñanza, donde se exigen menos contenidos, menos chapatoria y más practicar y razonar. Ahora se discute en Galicia el decreto sobre la enseñanza de los dos años de bachillerato, presentado por la Conselleria de Educación a los sindicatos y a otros colectivos. En las tres especialidades (Humanidades y Ciencias Sociales, Artes y Ciencias, y Tecnología) se propone que el 50% de las materias tengan relación con la especialidad a cursar y el resto, la otra mitad, sean materias comunes a todas las especialidades. De estas comunes, que son 11 asignaturas en los dos años de Bachillerato, sólo una (Ciencias para el mundo contemporáneo) pertenece al ámbito científico.

Enseguida han llovido las critica. La realidad es que es muy difícil encontrar países europeos donde la enseñanza todavía haga hincapié en el aprendizaje memorístico y no en la resolución de casos prácticos. La propuesta, entre otras cosas, pretende que los alumnos puedan tener una cultura general científica, imprescindible en el mundo actual. Pedir una reducción horaria de esta asignatura no tiene sentido. La preocupación debe ser que se imparta de una manera atractiva y no se caiga en la rutina.

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