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En la dirección correcta

La cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest el pasado 3 de abril dio luz verde al incremento de los efectivos militares que los aliados tienen en Afganistán. La OTAN, que está al mando de los 47.000 soldados de la fuerza internacional (integrada por unos 40 países), prometió aumentar "muy sustancialmente" su contingente. Por su parte, Francia se comprometió enviar a 700 soldados suplementarios, que se sumarán a los cerca de 1.200 que ya tiene sobre el terreno.

Esta decisión francesa no fue, desde luego, el tema más importante de la cumbre, pero ha provocado, y sigue provocando, un vivo debate interno. Además, también interesa al resto de la Unión, pues remite a la cuestión de la defensa europea autónoma.

Francia vuelve a la OTAN para que EE UU levante su veto sobre la defensa autónoma europea
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Como ocurre a menudo, el debate en Francia se ha planteado de forma un poco grandilocuente y maniquea. En dos palabras, al presidente Sarkozy se le ha reprochado una ruptura con la herencia del general De Gaulle y haber conducido a Francia a una política "seguidista" respecto a George Bush. Sobre esta base, la oposición ha presentado en la Asamblea Nacional una moción de censura contra la política exterior del Gobierno y el envío de refuerzos a Afganistán. Al hacerlo, el Partido Socialista acierta en la forma, pero se equivoca en el fondo. En efecto, teniendo en cuenta cómo funcionan las instituciones francesas -que depositan en el presidente todo el poder para actuar en el exterior-, la moción de censura es el único medio del que -dado el balance de fuerzas- dispone la oposición para conseguir un verdadero debate, una discusión en profundidad y una concertación. Ni que decir tiene que tal debate sólo puede resultar beneficioso para la opinión pública.

Respecto al fondo, en cambio, hay que saber que todos los gobiernos que se han sucedido desde hace al menos 20 años han dado pequeños pasos hacia la OTAN. Por lo demás, Francia nunca ha abandonado esta organización: es su séptimo socio capitalista y el cuarto suministrador de medios militares. En 1966, el general De Gaulle la retiró únicamente del mando militar integrado.

Tras el anuncio de su participación en los refuerzos de Afganistán, Francia se dispone ahora a reintegrarse en esta estructura, completando así una iniciativa ampliamente perfilada durante la presidencia de Jacques Chirac. Por otra parte, el espectáculo en la Asamblea nacional ha sido divertido, pues parecía el mundo al revés. Primero por la fecha: hace 42 años, en efecto, la izquierda presentó una moción de censura contra De Gaulle reprochándole, precisamente, que quisiera salir de la OTAN. Y, a continuación, por los discursos: François Hollande, líder del Partido Socialista, pronunció el suyo con el énfasis y las palabras de Dominique de Villepin; y François Villon, el primer ministro, lo hizo con las entonaciones y palabras de un perfecto ministro de François Mitterrand, para denunciar, cito, el "tartufismo" de aquellos que hablan de "atlantismo".

La idea de Nicolas Sarkozy -y en este sentido el debate concierne a todos los europeos- es vincular su reintegración completa a la OTAN con la afirmación de una verdadera defensa europea.

Hasta el presente, Estados Unidos se oponía a la emergencia de una defensa autónoma, pues consideraba que la OTAN debía ser el único marco para una política de seguridad europea. Por su parte, la Francia del general De Gaulle, en efecto, veía en Estados Unidos a un aliado, pero también a un rival. Para Nicolas Sarkozy, aquel periodo terminó. No se puede construir Europa contra Estados Unidos ni contra la OTAN. Y en eso es más mitterrandista que gaullista. Para él, seguir oponiéndose a ambos conduciría al aislamiento de Francia, pues los otros europeos, y particularmente los que llegan del Este, del otro lado del antiguo telón de acero, beben los vientos por la OTAN. Concebir, pues, una defensa transatlántica que repose sobre dos pilares, la Alianza Atlántica y la defensa europea, representa antes que nada tranquilizar a todos los europeos. Pretender construir una defensa europea complementaria de la OTAN implica además contribuir a levantar el veto norteamericano. Una maniobra arriesgada, pero que merece la pena intentar.

Como prenda de buena voluntad, y porque considera que la defensa europea es un objetivo estratégico mayor, la Francia de Nicolas Sarkozy ha ofrecido sus soldados a la Alianza en Afganistán. Qué duda cabe que tiene que ser prudente: dado que Estados Unidos considera este esfuerzo como normal y exento de contrapartida, a Francia le hubiera interesado insistir sobre la necesaria renovación de la OTAN antes de entregar prendas. Pero la dirección es la correcta y, sabiendo que Bush está a punto de marcharse, rompe con el antiamericanismo de la época de Chirac.

En cuanto al "seguidismo", el reproche es injusto. Sin duda es difícil coincidir con un Bush tan impopular. Pero, al mismo tiempo, Francia, junto a Alemania, se opuso a otro objetivo del mandatario norteamericano, que presidía su última cumbre de la OTAN, al rechazar el ingreso de Ucrania y Georgia por deferencia hacia Rusia, con la cual tanto Francia como Alemania quieren mantener, individualmente y a través de la Unión Europea, una relación particular. La cumbre de Bucarest ha supuesto, por tanto, un momento importante para Francia y el resto de Europa.

Jean-Marie Colombani, periodista francés, fue director de Le Monde. Traducción de José Luis Sánchez- Silva.

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