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Columna
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'Gui'

A Esther Larrañaga, consejera de Medio Ambiente, no le gusta la pasarela de Mompás. Dice que atenta contra un espacio de litoral que debemos proteger, pero bajo el desdén con el que habla de ella parecen alentar otras razones. No tengo intención, sin embargo, de enmendarle la plana, ya que sobre gustos no convienen disputas, aunque sí podría haberlas sobre el pulso vital de una ciudad. No, si hoy hablo de ella es como un síntoma más de ese desguace institucional del que somos víctimas y que siempre sabe hallar para camuflarse algún chivo extramuros.

A Esther Larrañaga, consejera del Gobierno vasco, no sólo no le gusta la pasarela de Mompás, sino que tampoco le gusta el puerto de Pasajes. Se le puede alabar el gusto, aunque lo sorprendente es la salvaguarda que elige para quitarse el problema de encima: en el caso de Pasajes ellos no pueden intervenir, ¡porque la decisión depende del Ministerio de Fomento y del Ministerio de Medio Ambiente! ¡Acabáramos! Yo creía que esa decisión la tenían que tomar las instituciones guipuzcoanas -otra cosa es la aprobación final, como también ocurre con la pasarela sin que por ello se prive de combatirla-, instituciones como la Diputación, regida por PNV y EA, partidos también coaligados en el Gobierno de Vitoria y en uno de los cuales milita la consejera. ¡Qué maravillosa capacidad de desubicación, de ser en mí sin estar en mí, de levitar sobre los compromisos como si uno de pronto pudiera dejar de ser de EA, de ser miembro del Gobierno vasco y pasara a ser sólo yo, residente en Donostia y, eso sí, consejera. ¿De quién, de qué, de cómo, de cuándo?

De donde no va a poder esfumarse Egibar es del 'tiferio' que está organizando con su tribuLos

Y es que con los Gui nunca se sabe bien por dónde andan. Fíjense, si no, en Joseba Egibar. Sí se sabe que se ha hecho jefe de una tribu y que está consiguiendo que se parezca cada vez más a una tribu de indios. Él dice, ¡Jau!, y se produce la algarabía. Pero como buen Gui es también un experto en la desubicación volátil. No hay más que ver lo que hizo cuando tuvo que acordar la moción de censura contra la alcaldesa de ANV en Arrasate. Se opuso porque no está dispuesto a solucionar los problemas que propiciaron los socialistas al permitir la concurrencia electoral de algunas candidaturas de ANV. Todos sabemos que él era contrario a que pudieran hacerlo, que se opuso a ello con alma, vida y corazón y que estaba a la espera de que se diera la ocasión propicia para echarlos. ¿Por qué se arrepintió llegado el momento? ¿Temía acaso que lo confundieran con María San Gil, quien también se opuso en su momento a que se permitiera etc. y que ahora pretendía ser consecuente con sus postulados? ¿Consecuente? Para qué, teniendo a mano una coartada extramuros que permite camuflarlo todo. Como la otra al Ministerio de Fomento, éste le echa la culpa al partido socialista y él se lava las manos. Y es que los Gui se esfuman del argumento como si fueran chamanes.

De donde no va a poder esfumarse Egibar es del tiferio que está organizando en el PNV con su tribu. Recapitulemos. Por gracia oracular, González de Txabarri, que gobernaba con mayoría absoluta, es retirado de la liza electoral y se propone en su lugar a un hombre de la tribu. Resulta que éste trató de defraudar al fisco, extremo que nadie ha desmentido, aunque presentó una declaración complementaria al saberse pillado. Tras el escándalo se vio obligado a retirarse de la liza y a refugiarse en los batzokis de invierno. Todo el mundo sospechaba que la filtración de su situación fiscal procedía de sus compañeros cesados, es decir, de Txabarri and Co., circunstancia que confirmaba el temor de tantos de que o estás con ellos o te la juegas. Confirmadas, al parecer, las sospechas, Egibar y los Gui organizan un auto de fe, o asamblea de la tribu, en la que invitan a Txabarri and Co. a abandonar el campamento, la política y hasta el continente si se tercia, lo que es otra prueba más para tantos de que o estás con ellos o te la juegas. Nunca antes nos lo escenificaron tan a las claras. Y hasta te puedes quedar sin pasarela, que es lo que se quería demostrar.

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