"Sólo llego al ambulatorio en autobús"
La falta de alternativas agudiza los efectos de la huelga de la Empresa Municipal de Transportes en Santa Eugenia, uno de los barrios sin conexión con el metro
"¡Claro, la huelga!". A Pascual Curats, un jubilado con 86 años muy bien llevados, le extrañaba demasiado que su autobús tardara tanto al filo de las cinco y media de la tarde. Lleva 25 minutos plantado en la parada del 58 (Puente de Vallecas-Santa Eugenia) junto a la estación de Cercanías de Santa Eugenia. Espera con dos vecinas para trasladarse al ambulatorio del barrio. "El autobús es el único transporte que nos lleva hasta allí", explica. El trayecto a pie supone "unos 15 minutos" a buen ritmo, añade. Pero "uno tiene ya la rodilla averiada". Han salido con tiempo de casa, pero hace frío y empieza a chispear. Justo en ese momento paran dos autobuses, seguidos y vacíos.
Un estudiante, en chándal y con prisa, espera más de 20 minutos al 63
Los trabajadores de la Empresa Municipal de Transportes (EMT), con 7.700 empleados de los que 5.500 son conductores, afrontaron ayer su undécima jornada de huelga con paros parciales en mitad de la negociación de su convenio colectivo. De 24.00 a 2.30, entre las 5.30 y las 8.00 y de 16.30 a 19.00 pasaron la mitad de autobuses. Y quedan por delante otros 10 días de protestas que en barrios madrileños como Entrevías o Santa Eugenia, sin buen servicio de metro, hacen más daño que en otros.
En Santa Eugenia, por ejemplo, viven 27.000 vecinos. Los que eligen el transporte público para desplazarse por la ciudad dependen de tres líneas de autobús (58, 63 y 145) y de la estación de Cercanías. Aquí no para el metro. Es una reivindicación con más de 30 años de antigüedad que aún no ha dado resultado. Sus habitantes están "aislados", según critica Julio Físico, vocal de la asociación de vecinos La Colmena. En octubre presentaron 12.000 firmas para reclamar una parada de suburbano, cuya ausencia se nota más ahora que el servicio de autobuses empeora con los paros. Aún no han recibido respuesta.
La huelga esconde pequeñas historias, vidas que se tornan un poco más difíciles. Es lo que Eva, vecina del barrio de 33 años, llama "los que nos quedamos en medio". Los sindicatos convocan una protesta, la empresa y los trabajadores negocian sin llegar a ninguna parte durante semanas y el ciudadano sufre las consecuencias.
La mujer mece sin parar el carrito de su hija mientras se le va agotando la paciencia. Ayer por la tarde recogió a la niña en la guardería y se plantó en la parada del 63 (avenida de Felipe II-Santa Eugenia). La espera que marca el panel informativo oscila entre cuatro y ocho minutos. Eva lleva más de 10. Desde que empezó la huelga, decidió trasladarse con el carrito a todas partes. "Normalmente, la recojo sin el carro, pero ahora no me arriesgo; si tardan mucho nos vamos las dos andando". Por las mañanas, los trenes de Cercanías le llevan hasta Atocha, donde trabaja. Lo describe como "un viaje enlatado". Renfe se ha comprometido a reforzar algunas de sus líneas, incluidas las C1 y C2 que paran en Santa Eugenia, tanto en hora punta como el resto del día. A Eva le parece que ese refuerzo no se nota "nada de nada". "Va mucho más lleno y tarda más", concreta. ¿Entiende que haya huelga? "¿Cómo no lo voy a entender? Igual que cuando protestan los médicos o los maestros de escuelas infantiles, es su única forma de hacer ruido".
La negociación para acabar con la huelga que tan bien entiende esta vecina se quedó encallada a final de marzo. Los conductores volvieron a la protesta el pasado viernes. Piden 180 euros mensuales de complemento salarial y una subida del IPC más un 1,5% el primer año, entre otras reivindicaciones. La empresa mantiene que todas las mejoras sumadas suponen 5.000 euros más por año y empleado por 19 días menos de trabajo. Hoy se reúnen de nuevo a la búsqueda de un punto medio.
Mientras lo encuentran, usuarios como Jesús Javier Muñoz, en chándal y con prisa, seguirán llegando tarde tras 20 minutos de espera en la parada del 63. El estudiante de Informática de la Politécnica volverá a apelar al buen criterio de sus profesores. Por suerte, según el universitario, ellos entienden que su retraso no es por desidia: es por la huelga. Y le dejarán pasar aunque haya empezado la clase.
10 días más de paros
Si la reunión prevista hoy fracasa, a la huelga de autobuses urbanos que afecta a unos 800.000 usuarios de Madrid le quedan por delante otros 10 días más. Los paros parciales continúan mañana. Habrá tres turnos -de 0.20 a 2.50, de 6.30 a 9.00 y de 17.30 a 20.00- en los que saldrá sólo la mitad de la flota, formada por 1.800 autobuses, si el recorrido coincide con trayectos del metro y el 60%, si no coincide.
Los trabajadores retomarán las protestas el viernes, con horarios de recortes de servicio similares a los de mañana. La cuestión se recrudece la próxima semana, cuando la huelga será diaria.
El lunes próximo habrá 24 horas seguidas de paros en los autobuses. Los sindicatos convocantes (Plataforma Sindical, SICAM, UGT, CSI-CSIF y CC OO) han previsto ese día una manifestación entre Atocha y Cibeles.
De martes a jueves, volverán los paros por turnos. Y el viernes, otro día completo de recorte del servicio municipal de transporte. El fin de semana volverá la normalidad y de nuevo habrá tres turnos de paros durante tres días seguidos entre el lunes 21 y el miércoles 23 de abril.
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