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LA CALLE / En la 'web'
Columna
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Otro Nouvel

Tomàs Delclós

La misma semana que se otorgaba el Premio Pritzker a Jean Nouvel, Barcelona estrenaba otra obra suya, el parque del Poblenou. Esta pieza y su vecina, la torre Agbar, disfrutan de mucha y controvertida literatura en Internet. En Panfletonegro sueñan con el desplome del hito falocéntrico. En Eikongraphia, explican la iconografía de la torre como un géiser, una fuente, "muy apropiada para albergar la compañía de aguas de Barcelona", y cuentan que la lectura popular interpreta la obra como un falo. En el sitio La Obra de Arte Total recogen una ironía del propio Nouvel a propósito de estos parecidos: "Esto no es un falo; el mío por lo menos no tiene esa pinta . Si hubieran dicho que este proyecto demuestra que me creo Dios, vale, lo hubiese aceptado. Pero lo de la obsesión sexual... ¡Eso ya es sabido!".

En urbanismopatasarriba.blogspot citan una reflexión del historiador W. J. R. Curtis. No admite que se compare esta torre "fea e inútil" con la Sagrada Familia. "Son objetos muy diferentes, uno secular y el otro sagrado, como un minarete. Son criaturas distintas con significados distintos". Por el contrario, en Arquitectura Barcelona, sitio mantenido por Medit, alias de alguien vinculado al mundo de la arquitectura, una extensa recopilación de artículos resulta claramente favorable a la apuesta de Nouvel. En uno de ellos se elogia la impresión ágil, lírica, de la obra a pesar de su compleja estructura.

Sobre el parque del Poblenou, los escritos acostumbran a ser preventivos, apenas nadie todavía lo ha pisado. En despilfarrosblogspot les parece muy difícil gastarse 18 millones de euros "en estas cosas" por muy grande que sea el parque. La reflexión que en 2007 publicó en este diario Josep Maria Montaner está reproducida en varios sitios. El hecho de que esté amurallado es un motivo de polémica. Para Montaner, se trata de crear fronteras con unos muros de hormigón que hipócritamente se van a ir cubriendo de vegetación. Para Nouvel, por el contrario, las barreras son una defensa y, al mismo tiempo, una señal de que el paseante cambia de mundo, de la calle al jardín, del ruido al silencio. Desde el sábado puede visitarse... No habrá que esperar mucho para que en Internet se multipliquen los relatos sobre este "lugar misterioso", onírico, en palabras el arquitecto.

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