No es un disfraz
El uniforme de las enfermeras defiende el derecho del paciente a saber qué profesional le está atendiendo, protege a la enfermera y a su familia al posibilitarle una ropa diferente a la que lleva en su casa y crea un sentido de pertenencia al centro o a la institución.
Pero no es un disfraz. Cuando Florence Nithingale, en el siglo XIX, "diseñó" el uniforme de la enfermera victoriana, cuello alto, manga larga, falda hasta los pies, toca recogiendo el pelo y una gran capa azul, éste respondía a necesidades sociales higiénicas y de salud de una época ya pasada. En el siglo XX se subieron las faldas, se acortaron las mangas y la toca se fue convirtiendo en una cofia que ya ni siquiera recogía el pelo.
En el siglo XXI se adoptaron el pijama y los zuecos y ya nadie lleva cofia, ni la capa azul.
El uniforme victoriano ha pasado a ser un elemento de carnaval para que las niñas jueguen a ser enfermeras con maletín y jeringa de plástico. ¡Y ahí debe continuar.
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