El bostezo del Chino
Los atropellos a los derechos humanos fueron tan frecuentes y conocidos durante el régimen de Alberto Fujimori (presidente de Perú entre 1990 y 2000), que él pareció aburrirse durante el juicio que se le sigue como inductor y cómplice. El Chino se durmió profundamente en la última sesión y el presidente del tribunal debió despertarle a campanillazos: "¡Señor Fujimori!". No hubo respuesta. Como la cabezada era de ronquido, el magistrado agitó la campanilla con fuerza: "¡Señor Fujimori, ¿está dormido?, ¿tiene usted un problema de salud o tiene un problema de cansancio nada más?!".
El reo adujo adormecimiento de piernas para justificar la siesta, pero su problema fundamental es la pérdida de memoria: el hombre nada recuerda de los crímenes perpetrados bajo su mando, y nada supo de los escuadrones de la muerte dirigidos por su sicario Vladimiro Montesinos. Los desmanes fueron numerosos, pero el ingeniero agrónomo devenido en mandatario responde por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, en 1991 y 1992, donde fueron asesinados 25 subversivos, y los secuestros del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer. Niega cualquier responsabilidad.
No sorprende el cinismo del acusado ante sus juzgadores, porque la desvergüenza en la negación del delito fue norma durante los 10 años de una Administración que arrasó con el Estado de derecho. El desmantelamiento comenzó poco después de la investidura de Fujimori, tras derrotar al escritor Mario Vargas Llosa en las elecciones de 1990.
El autogolpe de 1992 facilitó la construcción de una institucionalidad a la medida de un proyecto autoritario, cuyos éxitos macroeconómicos apenas disimularon una corrupción oficial galopante y la cruenta represión de la disidencia. El tridente ejecutor estuvo integrado por Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, el encargado de las cloacas del régimen, y el general Nicolás de Bari Hermoza.
"Teníamos luz verde para actuar. Martín Rivas (jefe del escuadrón de la muerte Colina) decía: "Tenemos luz verde del Chino", testificó Julio Chuqui, ex integrante de la banda. Los cuerpos represivos actuaron impunemente en todos los ámbitos, también en el aniquilamiento del terrorismo de Sendero Luminoso. Y cuando convino aparentar justicia se dictaron condenas que fueron rápidamente anuladas por leyes de amnistía. Fujimori bosteza en el juicio. No extraña su amodorramiento. Todo es tedioso para él: Déjà vu.
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