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Con Malevaje vuelve el tango combativo

Diego A. Manrique

A la chita callando, Malevaje llega a su disco número 12. No me quieras tanto (quiéreme mejor) es una obra de hermosa envoltura y recio contenido. Se trata de un trabajo de resistente, aclara su cantante, Antonio Bartrina. "En compañía de mi manager, decidimos autoproducirnos y editarlo con el sello de la oficina. Nos hemos permitido un librito de lujo, con una imagen para cada canción, aparte de añadir un videoclip. Queríamos darnos el capricho de una obra bien hecha, sin que nadie nos dijera si convenía quitar la canción donde critico a los obispos".

Bartrina reconoce que Malevaje representa la profesionalización de su pasión particular por el tango: "Cuando empezamos en 1984, éramos una anomalía de la movida. Me acompañaban músicos de Los Coyotes y Gabinete Caligari que sabían poco de tango. Aquello, que algunos lo llamaron tangobilly, tenía su encanto. Pero todo se aclaró cuando conocí a Osvaldo Larrea, maestro argentino del bandoneón que decidió quedarse aquí. Él nos enseñó las claves del tango, como música y como actitud humana".

Madrid-Buenos Aires

Las enseñanzas fueron provechosas: Malevaje ha actuado incluso en Argentina, donde los aficionados se quedan pasmados al encontrarse con un madrileño de Malasaña que canta con un sabor tan porteño. "Lo más reconfortante es encontrarme con tangueros que se interesan por algunos temas nuestros y no pueden creerse que son originales, que se compusieron en Madrid o en Matute de la Sierra, en Soria, donde me recluí para preparar el disco".

En No me quieras tanto (quiéreme mejor) hay 10 temas propios y cuatro versiones de autores inmortales: Cadícamo, Podestá, Homero Expósito, Cátulo Castillo. "Si tienes urgencia por contar cosas, la inspiración no te falta. Había que recordar al Balmoral, bar ilustre, y al propio Osvaldo Larrea, que también murió hace poco. Gracias, viejo está dedicado a Alfredo di Stéfano, que no sólo fue un gran jugador, organizó una huelga para defender a sus compañeros. También hay una reivindicación del carácter de los fumadores, precisamente cuando yo me he visto obligado a dejar de fumar".

Se intentaba volver a lo esencial: "Los tangos originales duraban unos tres minutos y desarrollaban una historia. Y llevaban un ritmo vivo, apto para bailar. Por eso, siempre me ha gustado grabar en directo".

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