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Reportaje:

Occidente aprende mandarín a la carrera

El atractivo del mercado chino llena las aulas de alumnos de su lengua - El problema es la falta de profesores - La difusión del idioma es un objetivo estratégico para Pekín

Ana Carbajosa

Miles de años prueban que la lengua ha sido un fiable barómetro del nacimiento y la caída de los imperios. El latín, el francés y por fin el inglés se han sucedido a lo largo de la historia convirtiéndose en lenguas francas de políticos, comerciantes y viajeros. Hoy, mientras medio mundo asiste ensimismado al despertar de China como la gran potencia económica, su lengua mayoritaria, el mandarín, avanza a paso de gigante en Occidente. ¿Acabará el mandarín por amenazar la hegemonía del inglés? A juzgar por el entusiasmo que muestran los jóvenes de medio mundo, embarcados en la difícil empresa de aprender el que consideran "el idioma del futuro", la hipótesis podría no ser tan disparatada.

Los jóvenes saben que el poder chino aumenta y temen quedarse atrás
Panamá debate una ley para convertir el chino en asignatura obligatoria
En España hay tres institutos Confucio y unos 5.000 estudiantes
Las adopciones de niños chinos son otro factor que ha disparado el interés
Las empresas se disputan a quienes dominan el inglés y el mandarín
China prevé cien millones de estudiantes de su idioma para 2010

A las once de la mañana, el joven israelí Tal Turgeman y sus compañeros de clase de la Universidad Hebrea de Jerusalén se aplican la escritura de los caracteres chinos y repiten con trabajo y en voz alta las palabras que pronuncia la profesora. La clase está a rebosar de jóvenes, como lo están las de casi cualquier gran ciudad de un planeta decidido a aprender chino mandarín a marchas forzadas. "Este idioma tiene mucho futuro y estoy seguro de que me dará muchas oportunidades. Si puedo, me gustaría ir a trabajar a China", cuenta Turgerman, estudiante de segundo año de Administración de Empresas. "Además, está claro que sabiendo chino nunca me faltarán amigos. ¡Podré hablar con una quinta parte de la población mundial!", apunta risueño.

El despertar del mandarín en Israel no es un caso aislado; se repite a lo largo del planeta: en Jartum, en Adelaida, en Panamá, en Virginia, en Sevilla... sobran los ejemplos.

Ya no se trata, como hasta hace bien poco, de los hijos de los chinos que emigraron a Occidente, empeñados en que sus descendientes no pierdan el contacto con su cultura. Los jóvenes hoy son conscientes de que el poderío económico chino va para largo y no están dispuestos a quedarse al margen.

"En el mundo globalizado, los jóvenes saben que ya no compiten por un puesto de trabajo en su barrio o en su ciudad. Ahora compiten con ciudadanos del mundo entero y por eso tienen que estar preparados", dice Shuhan Wang, directora de departamento de Lenguas de la Asia Society de Nueva York, institución dedicada a reforzar las relaciones entre Asia y Estados Unidos.

Con 1.300 millones de habitantes, el país más poblado de la Tierra crecerá este año, según las proyecciones, a un ritmo del 10%, el doble de las previsiones del Fondo Monetario Internacional para el conjunto de la economía global. Embarcada en la llamada segunda revolución industrial, China se ha convertido en la gran fábrica planetaria que nutre de coches, ropas, electrodomésticos, juguetes y todo tipo de bienes de consumo a medio mundo. El crecimiento económico del gigante, sediento de fuentes energéticas, trasciende además sus fronteras nacionales y ha logrado en los últimos años una espectacular implantación internacional, sobre todo en el continente africano. A finales de 2007, más de 5.000 empresas chinas invirtieron en 172 países.

Consciente de su poderío económico y de la creciente presencia del mandarín en Occidente y en el resto del mundo, China ha decidido aprovechar la coyuntura. El Gobierno de Pekín ha desplegado una importante red de institutos Confucio -algo así como los Cervantes españoles, pero instalados en las universidades de los países de acogida- a la vez que proporciona materiales didácticos y profesores a las escuelas y universidades extranjeras que lo soliciten.

Pekín inauguró el primer Instituto Confucio en 2004 y desde entonces más de un centenar de países cuentan con uno. El Ministerio de Educación de China aspira a extender la red a más de 60 países en los próximos dos años con la idea de que, en 2010, en torno a 100 millones de extranjeros estén estudiando chino.

Más allá del interés de China por la expansión de su cultura, la vertiginosa proliferación de institutos y profesores chinos forma parte, según algunos expertos, de una premeditada estrategia del Gobierno chino para lavar su imagen exterior. China ha encontrado en la lengua la herramienta perfecta para ejercer el soft power del que adolece. "Es una suerte de diplomacia del pueblo. A través del conocimiento de la lengua y la cultura, los estudiantes adoptan una actitud favorable hacia China, se convierten en embajadores de buena voluntad. Es normal, es algo que hacen todos los Gobiernos", matiza Wang.

La actitud abierta del joven Turgeman poco se parece a la de la generación de sus padres, la que ha mirado a China durante décadas con una mezcla de temor y desconfianza. Hoy los jóvenes viajan en manada al gigante asiático, se interesan por su cultura y desde luego por su lengua.

Pero es en Estados Unidos, donde el boom del mandarín se ha dejado sentir con más fuerza. "Cada vez que una potencia económica amenaza con hacer sombra a la estadounidense, crece el interés por estudiar la lengua de ese país", explica Marty Abbott, directora del departamento de Educación del American Council on Teaching of Foreign Languages. Abbott cuenta que, a principios de los años sesenta, los estadounidenses se lanzaron a estudiar ruso, en los ochenta, japonés y que ahora le toca el turno al chino. El American Council, dedicado a la promoción del estudio de lenguas extranjeras, no dispone de un censo detallado del número de estudiantes de chino en EE UU, pero calculan que entre 30.000 y 50.000 alumnos estudian chino en el país frente a los 5.000 que lo hacían en el año 2000. A los estudiantes de las escuelas hay que añadir los que crecen escuchando mandarín en casa gracias a los cuidados de las niñeras chinas que hoy se disputan los padres estadounidenses. Además, a diferencia de hace pocos años, la fiebre del chino trasciende ya los núcleos urbanos en el país y se ha instalado también en las zonas rurales, donde cada vez más se imparten cursos de la lengua del futuro.

Al entusiasmo de los jóvenes se le añade además en Estados Unidos el apoyo del Gobierno. Hace apenas un par de años, el presidente George W. Bush liberó una partida de 114 millones de euros destinados a promover el estudio de lenguas de países que Washington considera críticos para la seguridad nacional tras el 11 de septiembre. El árabe, el ruso, el farsí y también el chino se beneficiaron ya el año pasado del espaldarazo económico de la Casa Blanca.

Más allá de las fronteras estadounidenses, la enseñanza del chino también cuenta con el apoyo de algunos Gobiernos, aunque por motivos muy diferentes a los de la Casa Blanca. Es el caso de Panamá, donde el Parlamento debate ahora una ley que obligará a los estudiantes de las escuelas públicas y privadas a aprender chino.

El diputado opositor Arturo Araúz, padre de la iniciativa legislativa, explica que la llegada del inglés pilló a los panameños con el paso cambiado y que no quieren que les pase lo mismo con el chino. "La idea es que a las próximas generaciones no les suceda lo que ha pasado en este país con el inglés. Queremos que dentro de 15 años los panameños hablen español, chino e inglés".

Las perspectivas económicas del gigante asiático constituyen la principal motivación del proyecto panameño. "Tenemos que estar preparados para el mercado laboral que viene, con China como potencia mundial". Otros países de la zona también se han puesto manos a la obra. Argentina ha puesto en marcha un proyecto piloto con mil escuelas y Costa Rica trabaja en la misma dirección.

El poder de seducción del mandarín también causa estragos en Europa, donde los centros de enseñanza de chino y el número de alumnos proliferan como champiñones desde hace años. En países como Francia hay centros de enseñanza secundaria que ofrecen clases de chino como idioma opcional.

En España, sin embargo, la fiebre del mandarín es un fenómeno muy reciente. Tatiana Fisac, directora de estudios de Asia Oriental de la Universidad Autónoma de Madrid, explica que el principal problema en España es la falta de profesores formados; que la mayoría son simples aficionados que enseñan la lengua de manera más compleja de lo que ya es.

Es cierto que Pekín envía profesores a las escuelas de medio mundo en su empeño por expandir su cultura. Pero también es cierto que simplemente no dan abasto. "El problema es que cada vez que un político chino viaja por el mundo, por ejemplo a América Latina, vuelve con una demanda de cientos de profesores debajo del brazo", dice Fisac.

En el caso español, junto a la motivación económica, destaca el interés de los padres que adoptan menores en China, ya que España es el segundo país del mundo -por detrás de Estados Unidos- en número de adopciones procedentes del país asiático. Fisac asegura que a pesar de la precariedad del profesorado, el aumento del número de españoles interesados en aprender este idioma en los últimos años "ha sido tremendo".

Como ejemplo, cuenta que mientras que hace 10 años apenas tenía 10 alumnos en la clase de chino, hoy son 50. "Y no tengo más simplemente porque las plazas son limitadas", dice esta profesora de la Autónoma de Madrid, la universidad pionera en España en la puesta en funcionamiento de un Instituto Confucio. A éste le han seguido en los últimos dos años las aperturas de los de Granada y Valencia, cuyo alumnado aumenta año tras año de forma vertiginosa, en esta última comunidad debido en gran parte a la pujanza de los negocios del sector azulejero con el gigante chino. El interés español por el nuevo idioma ha motivado que cuatro comunidades autónomas de la mitad norte -Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria- se disputen convertirse en la sede del que sería cuarto Instituto Confucio en territorio nacional. Los políticos locales no hacen sino apoyar las iniciativas empresariales en este sentido.

En conjunto, cerca de 5.000 españoles están ahora aprendiendo el mandarín, cinco veces más que a comienzos de la década, según fuentes de la Embajada. Los estudiantes españoles se rifan además las becas de intercambio que ofrece, por ejemplo, el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y que les permiten completar sus estudios en China.

Los jóvenes europeos que buscan en el chino un futuro laboral aciertan. Es al menos una de las conclusiones a las que llegó la consultora con sede en Londres Hay Group, y presente en medio centenar de países, tras entrevistar a 200 directivos de empresas europeas. Los empresarios se quejan de la falta de licenciados europeos con preparación suficiente para trabajar en China, el país que obnubila a la élite empresarial.

Deborah Allday, autora del informe de Hay Group, explica que son los licenciados chinos, que además de su idioma hablan por lo menos inglés, los que cubren la mayoría de los puestos de las empresas europeas que trabajan con China.

"Se los rifan. Cada vez que se mueven de un puesto a otro consiguen al menos un aumento del 40% de su salario". Pero advierte de que el número de trabajadores chinos bilingües es finito y que la tremenda expansión del sector financiero, energético y de la investigación y el desarrollo hacia Asia abrirá un frente laboral que los europeos no están preparados para cubrir. "Hay que formar a profesionales en Europa", concluye Allday, al tiempo que se asombra de iniciativas como la del Gobierno británico de reducción del gasto público destinado al estudio de lenguas extranjeras.

Las proyecciones de los empresarios en Reino Unido muestran que en 2010 en torno a un 10% de sus ingresos procederán de las ventas que realicen a los chinos. Por eso Allday considera que Gobiernos y empresarios deben situar entre sus prioridades la preparación de los futuros ejecutivos para trabajar en Asia, si no quieren que sus jóvenes se queden atrás en la bolsa de trabajo del mundo global.

En España, la fiebre por el mandarín es un fenómeno reciente que data de apenas dos años.
En España, la fiebre por el mandarín es un fenómeno reciente que data de apenas dos años.CRISTóBAL MANUEL

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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