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Reportaje:La movilidad en Madrid

El metro y la bici, un amor improbable

Pocos ciclistas en el primer día laborable con acceso de bicicletas en el suburbano

Diez y media de la mañana. Estación de Antón Martín. Es el primer día laborable en el que el metro de Madrid permite entrar al suburbano en bicicleta y el ciclista aficionado decide comprobarlo con un recorrido por algunas de las líneas más concurridas. Tiene dos horas, pues a mediodía volverá la prohibición, que no se levantará hasta las 21.00, para evitar la presencia de bicis en horas punta.

Así pues, carga el velocípedo al hombro y baja las escaleras para encontrar el primer obstáculo, las pesadas puertas batientes del metro. Forcejea con la que llaman de acceso fácil, que empuja de vuelta y amenaza con hacer caer a caballero y montura. Entra al segundo intento y, rendido, conduce la máquina hasta el vestíbulo, donde solicita a la taquillera que le abran la puerta suplementaria. Ambos conocen la nueva normativa: "Eres el primero que pasa".

Andén con dirección Pinar de Chamartín. El ciclista se ha colocado en la cabecera de la estación para acceder al único vagón donde le está permitido viajar. Llega el tren, se detiene, abre sus puertas y el vagón, a pesar de la hora, está abarrotado. Los viajeros, apelotonados, miran a la bici y después a su dueño. "Aquí, con el trasto, no entras", señala uno. El siguiente tren está en la misma situación y al fin, en el tercero, ciclista y bici encuentran un hueco, no sin dificultades y sin arrearle con el pedal a uno de los viajeros. "Disculpe".

Estación de Sol. Bicicleta y ciclista salen del tren, al tiempo que cientos de viajeros. El ciclista sube las escaleras trasto al hombro y de nuevo tiene un encontronazo con unas turistas japonesas. No hay heridos. Hay que pedir disculpas de nuevo.

En el vestíbulo de Sol carga la bici en las escaleras mecánicas, pues recuerda que está permitido si no hay aglomeraciones. Pasa a la línea 2. Andén con dirección a la Elipa. A unos metros se encontraba el socavón que provocó el cierre de la línea hasta ayer. El tren llega vacío y carga la bici sin problemas.

Estación de Ventas. El ciclista accede a un largo pasillo desierto y, harto de tener que cargarla al hombro, se dice a sí mismo que es la bici la que está hecha para llevarla a él y no viceversa, de modo que, pese a las cámaras, sucumbe a la tentación y obra en contra de lo que está mandado: monta y pedalea por el pasillo. Ya en el vestíbulo, pie a tierra, pide a uno de los empleados que le abran la puerta: "Eres el primero que pasa", le vuelven a decir.

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Línea 7, estación de La Latina. Faltan cinco minutos para las 12.30, hora en que el metro volverá a estar vedado a las bicicletas. El ciclista sale al aire libre para volver pedaleando. Antes, los taquilleros le dicen una vez más, que "es el primero que pasa". No le extraña.

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