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Un búnker contra el cáncer

Pacientes de toda Galicia y Portugal peregrinan a Santiago para ser atendidos en el servicio de radioterapia del Clínico, donde se forman médicos y físicos extranjeros

Sonia Vizoso

En los sótanos del Hospital Clínico de Santiago se libra una batalla nuclear contra el cáncer. Un equipo de 17 médicos y físicos diseña cada día la estrategia para acabar con las células cancerígenas que invaden el cuerpo de los pacientes disparando electrones y protones.

Otros cuatro servicios de radioterapia en Galicia hacen lo mismo, pero la buena fama del compostelano hace que acudan a él enfermos llegados incluso de Portugal y profesionales extranjeros que quieren aprender sus secretos. "El 20% de los pacientes son de fuera del área sanitaria de Santiago porque aquí no le decimos no a nadie", explica la jefa del servicio, Carmen Porto. "Atendemos a una persona cada 12 minutos, cuando en el resto de servicios se trata una cada 20".

La doctora Porto presume de que tanta demanda no se traduce en una lista de espera. Sólo aguardan "un poco" -un máximo de tres meses- los pacientes con cáncer de próstata, porque mientras tanto reciben un tratamiento hormonal; el resto comienza las radiaciones 3 o 4 semanas después de recibir la prescripción. Para evitar atascos, los aceleradores que aplican las radiaciones trabajan a destajo y cuando se averían, que es a menudo por tanta actividad, los enfermos del aparato estropeado pasan a la otra máquina en el momento. Si no da tiempo a tratar a todos los pacientes citados esa semana, el servicio abre sus puertas el sábado por la mañana para que nadie pierda ni una sola de las dosis que necesita. La terapia no permite estas demoras.

En los pasillos del recinto, blindado a escapes radiactivos, al contrario de lo que es norma en otras plantas o centros hospitalarios, no hay camillas ni colas de pacientes agotados a la entrada de las consultas. La doctora Porto, que ejerce el mando en el servicio sin ningún disimulo, destaca que las citas se dan casi al minuto y que ella misma controla el ritmo de trabajo de sus médicos desde su ordenador.

Es quizás esa vigilancia a la que se refiere David Espejo cuando alaba el "control de calidad" que se realiza en esta unidad de radioterapia. Este físico del Hospital San José de Monterrei (México) pasará un par de semanas en este servicio porque es una "referencia desde el punto de vista de la física médica". De su funcionamiento destaca los "protocolos de actuación bien establecidos" y, sobre todo, la "comunicación muy efectiva" entre médicos y físicos, fundamental para ganarle la batalla radiactiva al cáncer.

Los doctores son aquí los encargados de fijar la diana. Lo primero que se le hace a un paciente es un TAC, con el que se crea una imagen que refleja su cuerpo en tres dimensiones. En esta reconstrucción se observa el tumor que se quiere eliminar con radiaciones y cuáles son los órganos próximos que hay que esquivar en lo posible. Con esta herramienta virtual, los médicos establecen qué dosis de radiación precisan para matar las células malas y qué impacto máximo deben recibir las buenas para minimizar los daños del tratamiento.

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Los físicos del departamento serán, a partir de ahí, los encargados de encontrar la manera de introducir los electrones y protones en el cuerpo con el daño máximo marcado por los doctores. "A veces no se pueden cumplir nuestras exigencias, pero al menos nos permite prever cuáles van a ser las complicaciones que sufra el paciente tras las radiaciones", señala Porto, que, tras 46 años de profesión, ha visto cómo se reducen paulatinamente los efectos negativos de esta terapia en los órganos sanos del enfermo de cáncer.

La unidad cuenta con varias habitaciones, que suelen estar vacías. Sólo se hospitalizan en ellas aquellos enfermos a los que se les introducen en el cuerpo isótopos radiactivos para que luchen contra el cáncer y sean luego expulsados por la orina y las heces. Los váteres tienen detectores especiales de estos restos. Una luz roja advierte al paciente de que debe activar de nuevo la cisterna cuando no se han eliminado del todo de las paredes del retrete. Los residuos radiactivos van a parar a unos depósitos ubicados en la planta de abajo del servicio. "Esto está preparado para evitar cualquier escape", asegura la jefa de la unidad.

Radiación a cuerpo abierto

En el servicio de radioterapia está casi todo preparado para poner en funcionamiento el primer quirófano de Galicia que aplicará las radiaciones en el interior del enfermo durante la operación de extracción del tumor. La técnica, que está pendiente de autorización por parte de la Consellería de Sanidade, mitigará los daños que esta terapia suele provocar en los órganos sanos al ser aplicada desde el exterior.

Tras realizar la cirugía que retira el tumor, el cuerpo abierto se lleva envuelto en celofán al acelerador para limpiar con radiaciones posibles restos cancerígenos. La doctora Carmen Porto explica que este sistema ayudará, por ejemplo, a salvar el intestino, uno de los órganos más vulnerables a la radioterapia, que puede ser retirado sin problema porque "está quieto". La jefa del servicio espera que el permiso de Sanidade para abrir el quirófano llegue en un par de meses, ya que el recinto está sólo pendiente de instalar la climatización.

Por el servicio de radioterapia del Clínico pasaron el año pasado 1.228 enfermos de cáncer. Los tumores más habituales son, por este orden, los localizados en la próstata, en las mamas o en el recto. La doctora Porto percibe que los diagnósticos son cada vez más precoces.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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