Desesperada por 16 euros
La mujer sospechosa de provocar una explosión en Barcelona se obsesionó con un mísero aumento del alquiler
La vida de Ana Moreno discurrió envuelta en la desgracia y así ha terminado. La mujer es, según fuentes de la investigación, una de las tres víctimas mortales de la tremenda explosión que el lunes sacudió el popular barrio de La Verneda, en Barcelona. Ella misma la provocó, según la hipótesis que maneja la policía. No se sabe si con la idea de suicidarse y evitar así un desahucio inminente o para vengarse de quienes, en su mente, eran sus mayores enemigos: su hermana y su cuñado, propietarios del piso donde residía.
Moreno se llevó por delante, supuestamente, la vida de dos de los tres hermanos de una familia. Los muertos -un chico y una chica de unos 20 años- desayunaban en la cocina cuando, en el piso contiguo, se sucedieron varias explosiones. Las llamas calcinaron sus cuerpos por completo. Su madre, María Antonia Heras Morales, sufrió quemaduras en ambas manos y ayer fue dada de alta.
El tercero de los hermanos, un varón mayor de edad que había salido de casa para ir a trabajar, ya ha visitado a su madre. Por eso cobra fuerza la idea de que la tercera víctima es Moreno. En su piso, el 1º 3ª, se hallaron restos de un combustible que podría ser gasolina.
La identificación de los cadáveres pasa necesariamente por las muestras de ADN, que es necesario cotejar con algún tejido vivo de la víctima o con un familiar. Algo que, en el caso de Moreno, será difícil. La poca familia que tiene o la ignora por completo o ha huido de su lado. "Llevamos años sin saber nada de ella, pero siempre ha tenido el mismo carácter problemático. Le dio muy mala vida a su marido, y por eso la abandonó", explicó ayer José García, su cuñado. Con su pareja, Moreno tuvo gemelos: la niña murió al nacer y el varón se fue de casa y trabaja como vigilante de seguridad.
García y su mujer, María, son los propietarios del piso donde Ana residía como inquilina desde los años de la Transición. Pero también de la vivienda de al lado, donde vivía la madre herida, que es viuda, con sus tres hijos. Como Moreno no pagaba el alquiler, o lo hacía cuando le venía en gana, García la demandó. La sentencia confirmó que la renta debía aumentar de los 77 euros a los 93, una diferencia de apenas 16 euros en concepto de IBI. "Todo esto se ha originado por un mísero aumento del alquiler", dijo el abogado Ramon Contijoch, que llevó el caso.
La mujer no se lo tomó nada bien y se lanzó a una guerra sin cuartel. Recurrió la sentencia judicial y perdió. Acudió a espacios de testimonios y a programas de sucesos de la televisión, e incluso recurrió a la magia. Un día, contaron los vecinos, roció la escalera con aceite y sal para "ahuyentar los malos espíritus". No era la primera vez que la mujer, de 53 años, se comportaba de forma conflictiva. Mientras la comunidad decidía renovar las instalaciones de agua y gas, ella se negó a abrir la puerta y sólo se relacionaba con los vecinos para pedirles que se dejaran leer las manos o echarles las cartas del Tarot.
Hace 12 años, Moreno fue juzgada por un delito de lesiones, según confirmaron fuentes judiciales. Aunque había trabajado en una oficina, se encontraba en paro y era usuaria de los servicios sociales del barrio, a los que acudió para pedir una ayuda económica. También cobraba por hacer lavativas a domicilio. Los 16 euros que se negaba en redondo a pagar acentuaron su desequilibrio mental, atestiguado por vecinos, conocidos y familiares.
Los inquilinos del inmueble recogieron ayer más pertenencias de sus pisos, a los que no podrán regresar en semanas. De los 87 afectados, la mitad está en hoteles y el resto, en casas de amigos y familiares.
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