En el último minuto
La corrida del Niño de la Capea, con los dos hierros de la casa (Lorenzo y Gutiérrez), se salvó en el último minuto. No de penalti, pero casi. Fue el sexto el que libró la nota fatal. Este toro fue la excepción que confirmó la regla. Cumplió mejor que ninguno en el caballo, tuvo movilidad y fue diligente a la hora de tomar la muleta. Un oasis y un suspiro ante la pasarela de mansedumbre que se había vivido antes. Cayetano, firme y decidido, no dejó pasar la ocasión. Se abrió con el toro y, ya fuera del tercio, le marcó la línea a seguir. La faena tuvo raza y fuerza. Una pelea con actitud y fondo de buen toreo. Por momentos eléctrica, suficiente y provocativa. Vibrante toda ella. Mató al toro de un espadazo y la gente sonrió por primera vez en la tarde.
Lorenzo, Gutiérrez / Capea, Talavante, Cayetano
Toros de la familia Capea, bien presentados y mansos excepto el sexto.
El Capea: saludos y saludos tras aviso. Alejandro Talavante: silencio y silencio. Cayetano: silencio tras aviso y dos orejas.
Plaza de Valencia, 18 de marzo. 12ª de Feria. Lleno.
Ya con el tercero, Cayetano había desnudado sus intenciones. El más manso de la corrida fue ese tercero, que reculó siempre, buscó las tablas y se fue a morir donde mueren los toros mansos: a toriles. La faena de Cayetano a este toro fue de bayoneta calada. Sin disimulos. Lucha desigual por cuanto el toro se acobardó ante el ataque sufrido.
El resto de los toros no cotizó en la bolsa de la bravura. Todos, los seis, de bonitas hechuras. Seis pinturas. Pero cinco de esos cuadros, pura pacotilla. Primero, segundo y quinto pujaron por saltar al callejón, aunque sólo el primero de la tarde lo consiguió.
Ese primero, tan noble como soso, hizo supremos esfuerzos por tomar la muleta. El Capea respondió con oficio en faena tan insistente como de poco brillo. Ya con el toro parado, un rodillazo y un par de gestos provocativos intentaron colorear el asunto. Al cuarto lo despacharon en varas con dos picotazos. A toro parado, el Capea aplicó una valerosa porfía. Un par de naturales aislados, en medio de tanta voluntad sin premio, sólo fueron un destello. Este toro lo mató Capea de una media muy hábil.
Talavante pasó de puntillas. Ni tuvo material ni encontró resquicio por donde meter mano. El segundo de la tarde no disimuló su condición. Suelto y distraído en varas y en banderillas nunca prometió mejorar. No quiso muleta. Talavante apenas lo intentó y dictó muy pronto sentencia. El quinto llegó descompuesto a la muleta. La música sonó no se sabe por qué en medio de un diálogo para sordos entre Talavante y el toro.
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