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Reportaje:SEMANA SANTA

Los 'picaos' de San Vicente, entre la devoción y el morbo

La flagelación de los disciplinantes se mantiene desde el siglo XVI

Considerada fiesta de interés turístico nacional desde hace tres años, la Semana Santa de San Vicente de la Sonsierra, y sobre todo, los picaos, esos disciplinantes cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, se han convertido en todo una atracción para los visitantes en estas fechas. Atraídos por sentimientos piadosos unos, por morbo la mayoría, la flagelación pública de estos ciudadanos que guardan su anonimato bajo capuchas blancas convoca a miles de personas en esta villa a la orilla del Ebro, que conserva un conjunto amurallado de imprescindible conocimiento cualquier día del año.

El rito se puede contemplar dos veces durante esta semana de Pssión: cada Jueves Santo -en la procesión de la Santa Cena, que comienza a las 19.30 y en la Hora Santa, a las once de la noche- y Viernes Santo -tras la procesión del Vía Crucis, de las 11.30, y durante la procesión del Santo Entierro, a las 20.30-.

Los hermanos de la Cofradía de la Santa Veracruz tienen todo dispuesto desde hace meses para la ocasión. Si el penitente es miembro de esta congregación puede disciplinarse sin problemas. Aquel que venga de fuera (y hoy en día los picaos proceden de toda España) deberá presentar un certificado de buenas prácticas cristianas expedido por su párroco. Quien sufra alguna enfermedad que se pueda contagiar a través de la sangres también lo ha de precisar, para el posterior tratamiento de las heridas.

En San Vicente de la Sonsierra, los picaos sangran con las flagelaciones que se infligen con madejas de algodón, con las que se van golpeando la espalda desnuda. Todo comienza cuando el disciplinante, una vez vestido con el hábito, acude a la procesión y se arrodilla frente al paso que ha elegido para realizar la ofrenda de penitencia o agradecimiento.

Tras rezar una oración, su acompañante le retira la capa de los hombros y deja la espalda al descubierto. Entonces, el picao coge la madeja por la empuñadura con ambas manos y, balanceándola entre las piernas, se golpea la espalda por encima del hombro alternativamente a izquierda y derecha durante 20 minutos, hasta sumar cerca de un millar de golpes.

Llegado este momento, se inclina y coloca la cabeza entre las piernas del práctico, quien le golpea levemente tres veces cada lado de la espalda, en la zona lumbar, para que brote un poco de sangre, lo que evite molestias posteriores. Lo hace con sendas bolas de cera en las que están insertos trozos de cristal con las que va pinchando la espalda del penitente. Luego, ya en la sede de la cofradía, se alivia las heridas aplicando friegas de alcohol de romero.

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Sin mujeres

Las mujeres no pueden actuar como disciplinantes, aunque pertenecen a la cofradía como miembros de pleno derecho desde 1998. En el caso de querer practicar penitencia, las Marías, como se les llama por acompañar a las procesiones vestidas con el manto de la Virgen de los Dolores, procesionan con el rostro cubierto por un velo, que protegen su anonimato, van descalzas e incluso llevan cadenas. Pueden ir un máximo de cuatro por procesión.

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