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Cambio de partitura en Starbucks

La multinacional busca nuevos ritmos en su aventura musical - Deja de vender sólo a artistas de culto para apostar por estrellas con más pegada comercial

Diego A. Manrique

Durante los últimos tiempos, Starbucks se ha estado postulando como una de las soluciones para la brutal crisis de la industria discográfica. La cadena vende discos selectos en sus cafeterías y lo hace bien. No sólo por su volumen de negocio (casi cuatro millones y medio de compactos en 2007 en EE UU), sino también por la naturaleza de sus compradores: un adinerado público adulto, al que las disqueras -obsesionadas por los consumidores juveniles- no saben cómo llegar. Con Starbucks se suele producir el efecto bola de nieve: Genius loves company, la colección de duetos de Ray Charles, fue un best seller en las cafeterías y terminó despachando millones de copias en todo el mundo. Artistas como Alanis Morissette o Madeleine Peyroux también se beneficiaron de estos empujones.

Con la seguridad de conocer a sus clientes (y tener unos consumidores cautivos), Starbucks ha subido la apuesta al fichar a figuras de primera división, descontentas con las compañías tradicionales: aparte de Paul McCartney, se ha hecho con los servicios de James Taylor y Joni Mitchell. Generalmente, Starbucks se reserva una "ventana de exclusividad", unas semanas donde sus discos sólo se pueden adquirir en sus establecimientos; posteriormente, llegan a los puntos de venta habituales (en España, Starbucks distribuye sus artistas a través de Universal).

Pero la entrada de pleno en el negocio musical está tropezando con escollos. Al igual que algunos de sus directivos, muchos clientes se quejan de que Starbucks ahora promocione artistas nada finos, tipo James Blunt o Alicia Keys, omnipresentes en otras tiendas. Son fruto de los pactos de la cadena con las multinacionales, que revelan insospechadas incompatibilidades: Starbucks decidió no vender Devil and dust, el trabajo que Bruce Springsteen editó en 2005, por contener una historia de sexo mercenario.

Starbucks también ha endurecido sus condiciones para vender material ajeno: exige precios especiales y la posibilidad de devolver hasta un 20% de los discos pedidos. En el caso de las compañías pequeñas, llega a solicitar hasta la mitad de los beneficios que genera un lanzamiento, incluyendo las copias que no se venden en las cafeterías. ¿El resultado? Muchos artistas en desarrollo, que cumplían el perfil Starbucks, han renunciado a esa vía de comercialización y echan pestes de la corporación cafetera.

Por el contrario, Starbucks mantiene espléndidas relaciones con algunas superestrellas, que preparan discos exclusivos para el mercado de los cafeinómanos. Eso abarca desde una colección de canciones navideñas favoritas de Elton John a una recopilación de rarezas de los Rolling Stones. Bob Dylan cedió a Starbucks una primeriza grabación en vivo y ahora ha confeccionado un sorprendente volumen para la serie Artist's choice, donde los famosos presentan joyas musicales desconocidas.En 2007 en sus locales se vendieron casi cuatro millones y medio de discos

Compactos a la venta ayer en una de las cafeterías madrileñas de la cadena Starbucks.
Compactos a la venta ayer en una de las cafeterías madrileñas de la cadena Starbucks.JOSé S. GUTIéRREZ
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