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Reportaje:

La reina vuelve con la cabeza alta

París se suma a la fiebre por Maria Antonieta dos siglos después de guillotinarla

Los revolucionarios franceses de 1789 se equivocaron. Creyeron haber acabado con la reina María Antonieta al guillotinarla el 16 de octubre de 1793. Pero no. El personaje, convertido por las familias reales europeas y los poderes aristocráticos y conservadores en el mito que fue perdiendo fuerza a medida que los valores democráticos iban ganándola, cobra un inusitado interés para millones de personas, que observan una mujer polémica desde otra perspectiva y en un contexto bien distinto.

El personaje es hoy una 'fashion-victim', una "soberana de lo efímero"
"No se puede evitar el paralelismo con Lady Di", explica el comisario
Su absoluta contemporaneidad tiene que ver con su carácter frívolo

Los revolucionarios franceses de 1789 se equivocaron. Creyeron haber acabado con la reina María Antonieta al guillotinarla el 16 de octubre de 1793. Pero no. El personaje, convertido por las familias reales europeas y los poderes aristocráticos y conservadores en el mito que fue perdiendo fuerza a medida que los valores democráticos iban ganándola, cobra un inusitado interés para millones de personas, que observan una mujer polémica desde otra perspectiva y en un contexto bien distinto.

Con la exposición Marie-Antoinette (en el Grand Palais de París hasta el 30 de junio), la reina del rococó vuelve por todo lo alto. En la primera gran muestra que se le dedica en la ciudad en los más de dos siglos en los que hace que sus súbditos le cortaron la cabeza.

La propuesta se suma a la fiebre desatada por Sofia Coppola, quien llevó a la pantalla en 2005 una biografía de Antonia Fraser sobre la reina que en libro ya fue un éxito de ventas. Su película alimentó la mariaantonietamanía hasta en Japón, inspirando operetas, novelas, mangas o a modistas. La María Antonieta del siglo XXI ya no es la reina que aconseja comer croissants a los manifestantes que reclaman pan, sino una fashion-victim o una reina-zapping, una chica moderna que se aburre, que cambia de entusiasmo como de peinado, una "soberana de lo efímero" en perfecta consonancia con la filosofía de "vivir el instante", de privilegiar el aquí y ahora ante la evidencia de que nadie es capaz de proponer un futuro.

La escenografía ha sido confiada en la muestra del Royal Palais a Robert Carsen, más conocido como director de montajes operísticos. Y él ha optado por organizar el material -pinturas, muebles, grabados, porcelanas, cartas y esculturas- en tres actos, como una tragedia clásica: en el primero se nos muestra cómo su vida estuvo condicionada, predeterminada por una madre -la jupiterina María Teresa de Austria, 15 hijos y una cabeza que conspiraba permanentemente- que la convirtió en un auténtico "producto de Corte". Para Carsen es "sorprendente cómo el teatro acompaña a María Antonieta: a los 10 años ya bailaba en el teatro del castillo de Schönbrunn, luego su madre le reprochará no interpretar con bastante énfasis su papel de reina y preferir otros papeles en su teatrillo. Siempre estaba bajo el escrutinio público y, al mismo tiempo, sentía una necesidad irresistible de libertad: se hacía peinar por un hombre, su costurera era de origen modesto. No se puede evitar el paralelismo con Lady Di en su manera de romper con las convenciones".

El segundo acto es el del triunfo. La oportunidad de aplicar todo lo que ha aprendido: su ojo para la pintura o la escultura -dibujaba tan bien como mal escribía-, su talento para organizar juegos, para concebir el pequeño mundo que se fabrica -el Trianon- como un teatro del que ella es la actriz principal, para crear interiores refinados o para inventarse nuevas reglas en las relaciones amorosa o de amistad. "La paradoja es que esa mujer ansiosa de libertad fuera ejecutada por encarnar la tiranía", comenta Carsen.

El tercer acto, que se abre con un espejo desconchado por los impactos de la ira, es el del drama, el de la caída, el momento en que el personaje adquiere otra densidad y en el que deja de poder controlar la mirada de los demás. Ya no es la reina del rococó, sino madame déficit. Y no sólo se la acusa, con razón, de derrochar, sino también de ser adúltera y de acostarse tanto con hombres como con mujeres.

La supuesta depravación de María Antonieta no es tal hoy, y Sofia Coppola no se equivoca al presentarla como una chica casada por obligación a los 14 años con un chico apenas mayor y al que no le interesa el sexo. ¡El matrimonio tarda siete años en ser consumado! Y ella, la adolescente y luego joven María Antonieta, se enamora, parece que platónicamente, del conde d'Artois, del duque de Lauzun y de la condesa de Polignac, mientras que su relación con el conde Axel de Fersen ya es de otra naturaleza, adulta y carnal.

La contemporaneidad de María Antonieta tiene que ver con su frivolidad y, en ese sentido, es muy importante el papel desempeñado por Rose Bertin, un personaje que ha sido calificado como la "ministra de la moda" del reinado y que hizo las veces de consejera estética de la joven monarca desde su tienda y taller Le Grand Mogol. Es Bertin la que impone la moda pastoril, la que recarga trajes e interiores, la que imagina peinados como si fuesen pasteles de nata o a la que se le ocurre que, puesto que María Antonieta no tiene derecho a manifestarse en tanto que personalidad política, lo haga como si fuese una actriz. Es Michelle Sapori quien ha biografiado a Bertin, mientras Elisabeth de Feydau se ocupaba de Jean-Louis Fargeau, el perfumero de la reina; Adrien Goetz reflexionaba sobre el estilo de la reina y Georges Sauvé de la música que le gustaba. Además, Chantal Thomas ha escrito dos novelas sobre el personaje y no menos de seis biografías comparten esos días los escaparates de las librerías proponiéndonos datos e interpretaciones sobre la reina guillotinada.

Los retratos realizados por Elisabeth Louise Vigée Le Brun puede que sean los mejores de entre los expuestos en el Grand Palais, tanto por el modo en que reproducen la época como por su calidad intrínseca. También son excelentes los realizados por Jean-Etienne Liotard en la corte de María Teresa, en Austria. Mención especial para el de Kucharski, inacabado porque está realizado cuando la reina sólo es ya una prisionera.

A la derecha un dibujo de María Antonieta, de Liotard,  y a la izquierda un sello erótico creados para desacreditarla.
A la derecha un dibujo de María Antonieta, de Liotard, y a la izquierda un sello erótico creados para desacreditarla.

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