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El 9-M catalán: ¿episodio o tendencia?

Antón Costas

A la política catalana le ha pasado con las elecciones del 9 de marzo como a la liga de fútbol con el llamado mercado de invierno de fichajes, en el que los equipos compran nuevos jugadores para fortalecer sus posiciones. Estas elecciones de invierno han hecho que los diferentes partidos políticos catalanes hayan salido reforzados o debilitados, según su acierto en el mercado electoral.

El equipo que sale reforzado de este mercado de votos de invierno es el PSC de José Montilla. De tal manera, que hay muchos elementos para pensar que a partir del 9-M comienza una nueva liga política en Cataluña. Y no sólo eso, sino también una larga etapa de dominio del PSC de Montilla, como la que en el pasado tuvo la CiU de Jordi Pujol.

Estamos ante un cambio de hegemonía política a largo plazo. El nuevo 'pal de paller' de la política catalana será el PSC

Más allá de lo que este resultado signifique para el futuro particular de cada partido y de cada político concreto, la gran cuestión para todos los ciudadanos, para el interés general, es en qué medida este cambio va a permitir afrontar los grandes retos que tienen la economía y la sociedad catalana (retos cuya solución está atascada desde hace años) para cerrar esa ya larga etapa de pesimismo antropológico que le entró a Cataluña en la década pasada.

Pero antes de decir algo sobre esta gran cuestión, permítanme detenerme un momento en el análisis de los resultados electorales.

¿Cómo hemos de interpretar los resultados del 9-M en Cataluña? ¿Son un episodio reversible o marcan una nueva tendencia? Con el riesgo que siempre tiene el intentar adivinar el futuro, pienso que hay muchas probabilidades de que el avance del PSC de Montilla sea la señal de una nueva hegemonía política a largo plazo. Hay, a mi juicio, un antes y un después del 9-M en Cataluña. Por tres razones.

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La primera es que el avance del PSC no puede ser explicado sólo en términos de voto útil para frenar la vuelta del PP al gobierno de España. Es decir, como un voto al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero más que al PSC de Montilla. Hay que reconocer que el "si tú no vas, ellos vuelven" fue un mensaje muy eficaz. Pero el avance del PSC es demasiado intenso y amplio -abarca al conjunto de Cataluña y no sólo al área metropolitana de Barcelona- para ser interpretado como simple reacción defensiva a favor de Rodríguez Zapatero y en contra de Mariano Rajoy.

La segunda razón en favor de que estamos ante un cambio de tendencia es que CiU no ha conseguido frenar la pérdida de votos que experimenta desde antes de que Pujol dejase el timón en manos de Artur Mas. Esto deslegitima el intento de Mas de intercambiar su apoyo a la presidencia de Zapatero en Madrid por el apoyo de éste para ponerle a él en la presidencia de la Generalitat. La dulce derrota de CiU desvirtúa el intento de conseguir en la negociación de los despachos lo que no consiguió en la batalla de las urnas.

Todo jugaba en esta ocasión a favor de que CiU pudiese beneficiarse también del voto útil. Por un lado, el miedo a la vuelta del PP. Por otro, el deseo de muchos ciudadanos de condicionar al nuevo Gobierno de Zapatero evitando una mayoría absoluta que se ve mal desde Cataluña. Además, estaba el éxito logrado con la convocatoria de la manifestación contra la gestión de las infraestructuras y por el derecho a decidir, que había llevado a CiU a pensar en romper esa tendencia a la baja.

Sin embargo, no ha sido así, aunque tampoco se ha hundido. Pero, como le escuché decir a un buen amigo e influyente militante de CiU, esto es quizá lo peor que le podía haber pasado a CiU, porque su dulce derrota no le fuerza a cambiar de rumbo, con la consiguiente tendencia a continuar la sangría de votos.

El tercer elemento que me lleva a pensar que estamos ante un cambio de tendencia en la hegemonía política en Cataluña es que el descalabro electoral de ERC se produce con Montilla en la presidencia de la Generalitat y reforzado en su poder y legitimidad. Esto es determinante. Por dos motivos.

Por un lado, porque eso significa que ahora no hay interés en financiar desde el Gobierno una nueva mitosis de ERC. Por otro, porque las incomodidades que causa el convivir con ese volcán adolescente que es ERC son más llevaderas cuando ya se está en el poder. ERC seguirá intentado estar en misa y repicando, en el Gobierno y en la oposición. Pero, más allá de la incomodidad, eso no sacará a Montilla de la presidencia. Hasta es posible que le fortalezca ante las próximas autonómicas.

Si no me equivoco, estamos ante un cambio de hegemonía política a largo plazo. Un cambio que significa que el nuevo pal de paller de la política catalana será el PSC. Un PSC que pasa a ser el eje de la institucionalidad, y al que las clases conservadoras y acomodadas votan ya sin temores. Un PSC que jugará en prácticamente todas las posibles combinaciones de gobierno a las que obligue la coyuntura política. Incluida la gran coalición de PSC y CiU. Pero con Montilla en la presidencia.

¿Qué significará este nuevo pal de paller para los retos de la economía y la sociedad catalana? ¿Pondrá fin a esa especie de pesimismo antropológico que se ha introducido en la psicología catalana, a modo de un 98 catalán similar al 98 español de inicios del siglo XX? ¿Dará más confianza a la sociedad catalana para afrontar el cambio de modelo y la desaceleración económica? No lo sé.

Pero de la misma forma que en los últimos 25 años el PSC, formando en muchos casos gobiernos municipales tripartitos con ERC e ICV, fue la gran fuerza que reinventó y modernizó las viejas ciudades de Cataluña, transformando los edificios de chimeneas fabriles en centros tecnológicos y universitarios, ahora puede ser decisivo para reinventar Cataluña y su papel en la configuración de la España del siglo XXI. El tiempo nos lo dirá.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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